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lunes, 22 de agosto de 2011

Planes


Nivel de inglés: Ya que esta entrada va acerca de los planes más o menos inmediatos que tengo en la cabeza para mi estancia en Sydney, os voy a hablar de lo que tengo pensado en cuanto al inglés. Como todo el mundo sabrá, estoy haciendo un curso de inglés general en el que, si todo va bien, acabaré con un nivel C1 y el pertinente certificado que lo acompañe. Ahora bien, aunque este certificado tiene el sello de Cambridge, no se trata de un título oficial al uso, reconocido en cualquier parte del mundo, así que algunos de mis compañeros y yo mismo hemos hablado con nuestra profesora acerca de la posibilidad de presentarnos al examen oficial para sacarnos el título de English First . Si queréis que os diga la verdad, incluso ahora no me queda muy claro el nivel exacto de ese título, solo sé que para presentarse hay que currárselo bastante más de lo que vengo haciendo hasta ahora, y que la profesora montará una clase específica para la gente interesada en hacer el First, una clase más cañera que la de ahora, con mucho más para estudiar, más homeworks y más gramática. En principio la cosa no pinta mal, pues aunque no lograra pasar el examen, al menos me serviría para aumentar mi nivel de inglés más rápido. Bueno, en principio es solo una idea, porque para que la clase salga adelante al menos tenemos que ser cinco las personas que quieran hacer el examen, y de momento solo estamos tres. En cualquier caso empezaríamos a finales de septiembre, cuando volviéramos de vacaciones (pues sí, tengo tres semanas de vacaciones en septiembre. Ya veis, pagas un curso que te cuesta una pasta y aún encima te dan tres semanas libres, y luego dicen que los españoles no trabajamos, hay que joderse con los australianos…)

Aunque parezca lo contrario cuando alguien lee las diferentes entradas del blog, aquí no están pasando cosas constantemente. En realidad, una vez te has asentado, no difiere mucho de la rutina diaria que pueda tener cualquier persona en cualquier parte del mundo. Lo único que cambia es que estás en una ciudad completamente distinta, al otro lado del mundo, intentando hacerte entender en un idioma que no controlas. Por lo demás tengo mi propia rutina, que prácticamente consiste en ir a clase todos los días, estudiar un rato e intentar no meter mucho la pata cuando estás hablando con alguien en inglés.

Así que esta semana, a falta de poder contaros alguna de mis desventuras, voy a hablaros de los planes que tengo para las próximas semanas. Solo más adelante veremos si alguno de ellos se ha cumplido según las expectativas.

Como ya he comentado, en un par de semanas empiezo mis vacaciones de septiembre. Tres semanas con todo el tiempo del mundo para hacer… ¿nada? Bueno, intentaré que no sea así, porque si no va a ser una pérdida de tiempo y dinero total. Así que mi primer plan es hacer un pequeño viaje, nada del otro mundo, tan solo coger un avión y visitar Merlbourne. La idea (de hecho es un plan en toda regla, porque ya tengo el billete y el hostel reservado) es largarnos seis días a Merlbourne y visitar la ciudad y sus alrededores (para ello alquilaremos un coche, así que las risas están aseguradas, porque lo de conducir por la izquierda va a ser toda una aventura). Al final solo vamos tres, y yo, por ahorrarme $30 salgo a las 7 de la mañana de Sydney, solito. Los otros dos se unen conmigo en Merlbourne sobre las 10 de la noche, por lo que voy a tener casi un día entero para meter la pata en una ciudad desconocida (me espero lo peor…) Los otros dos que vienen conmigo son Michael, el alemán de quién os he hablado en otras entradas, y Bowen, un tailandés (o coreano, no me acuerdo) que vive con Michael en la misma casa. La cosa no pinta mal, la verdad, y además esos días me voy a ver obligado a hablar en inglés todo el tiempo, así que aunque solo sea por eso ya va a merecer la pena (espero).

El siguiente plan, también para llevarlo a cabo en esas tres semanas de vacaciones, es cambiar de residencia (sí, otra vez, y ya van…). No os he contado mucho de la residencia en la que estoy, pero es un auténtico desastre. No me entendáis mal, la residencia no está mal, es limpia, todos los muebles están nuevos, las habitaciones están bien, tenemos una cocina grande donde poder hacer nuestros platos; incluso hay una terraza en la azotea con otra cocina, barbacoa, suelito de madera y mesas y sillas en plan ibicenco, con vistas al mar y los edificios de la ciudad al fondo (ahora mismo escribo esto sentado en esa misma terraza). El problema es la ubicación de mi habitación; está situada justo al lado de la entrada principal, y a menos de un metro de una sala común con televisión y confortables sillones. El caso es que desde mi habitación lo escucho todo: la puerta abriéndose y cerrándose constantemente, la televisión todo el día encendida, la peña hablando a gritos en lo puñeteros confortables sillones. Podéis llamarme raro si queréis, pero aguantar eso día tras día acaba minándote la moral. Pero ese tampoco es el problema principal, porque si se respetaran las normas de la residencia no se podría hacer ruido a partir de las 10 de la noche, y al menos de esa hora en adelante podría dormir tranquilo. Pero claro, estando al lado de Kings Cross, una de las zonas de marcha por excelencia de la ciudad, la peña de mi residencia se une a las ganas de fiesta y, a partir del jueves, empieza el largo fin de semana. Ya sabéis cómo es la gente cuando se toma unas copas, y en el caso de algunos compañeros de mi residencia, es eso multiplicado por diez. Imaginaros a los guiris británicos que van a Mallorca de fiesta y os haréis una idea. El caso es que después de cenar en la cocina (que está situada en el sótano) suben a la sala común (recordemos, a un metro escaso de mi habitación) y allí continúan con la fiesta, bebiendo y gritando como si les fuera la vida en ello. Y lo peor es que la cosa no termina aquí, ojalá, porque cuando vuelven de marcha (a eso de las 4 de la mañana) no se les ocurre otra cosa a los benditos que sentarse otra vez en la sala común y tocar las narices otra horita más. Una maravilla, de verdad. Por supuesto me he quejado a todo cristo, pero es como si hablara con un muro. Mucho decirme que van a solucionar el problema, pero cada semana el mismo cuento. He intentado cambiar de habitación, pero tampoco puedo porque, según ellos, el resto de habitaciones están ocupadas. Es en estos momentos cuando más echas en falta poder hablar bien el idioma para cagarte en todo como es debido… Para que os hagáis una idea del nivel de cabreo que pude cogerme una de esas nochecitas: Estaba durmiendo tranquilamente cuando la peña volvió de juerga y se pusieron a gritar como si los estuvieran desollando vivos (a las 4 de la mañana de un jueves), así que, no pudiendo aguantar más, salí fuera y traté de explicarles con mi inglés más amable que estaba intentando dormir y que, por favor, dejaran de hacer ruido. Por supuesto aquello no sirvió de nada, y diez minutos después seguían gritando como posesos, así que no me quedó otro remedio que volver a salir, vestido con mi pijama, los ojos legañosos, el pelo como si un tornado se hubiera ensañado con él, y empezar a cagarme en todo gritando en perfecto español, acompañando con eficientes gestos cada meestáistocandolos… y cada hijosde… La verdad es que tampoco sirvió para mucho, pero al menos me pude meter tranquilo en la cama y conciliar el sueño de nuevo. Pero claro, tampoco es plan de repetir lo mismo cada fin de semana.

Bueno, pues la idea es cambiarme a un apartamento, y para ello me voy a juntar con el citado Bowen (el tailandés o coreano que viene conmigo a Merlbourne) y otro tío italiano que se llama Alex (este es el que acabó bastante perjudicado en uno de esos juegos nocturnos). De momento la idea es buscar algo en la ciudad, pero yo prefiero pillar un apartamento cerca de una de las playas que no quedan lejos del centro. Ya veremos en qué acaba todo esto, pero si me mudo con ellos será una buena cosa, porque también me veré obligado a hablar en inglés todo el tiempo, y los tíos son bastante majos. A Bowen ya le he advertido que me llevaré el Australian Hanover para Merlbourne, así que ya se puede ir preparando.

El siguiente plan. Este ya se va a convertir en una necesidad para sobrevivir aquí sin fulminar todos mis ahorros (que tanto me han costado ganar con el sudor de mi frente): Buscarme un curro. ¡Pero ya! En serio, ya os lo habré dicho en otras ocasiones, pero Sydney es carísima, más de lo que podría haberme imaginado, así que si no quiero fundirme toda la pasta voy a tener que trabajar. Para ello he localizado una agencia que te ayuda a preparar currículos, entrevistas de trabajo, te manda información sobre ofertas, te ayuda a llevar a cabo cualquier papeleo que necesites… Y todo eso pagando solo $15. De verdad, algo así en Sydney era más improbable que encontrar un político incorrupto en España. Así que cuando vuelva de mis mini vacaciones me toca ponerme las pilas y buscar algo. Aunque tal como están aquí el resto de españoles que me ha tocado conocer lo más seguro es que acabe como camarero o algo parecido. En fin, seguro que acabo haciendo alguna de las mías, así que más historias para el blog…

Más planes. En mi ansia por mejorar el inglés fui hace un par de semanas a colgar un cartelito en el Instituto Cervantes en el que me ofrecía para ayudar a estudiantes con el español y estos, a su vez, ayudarme a mí con el inglés. Pues la semana pasada me mandó un mail una chica vietnamita llamada Ly (que lleva viviendo aquí toda la vida) para ver si podíamos quedar. Esta misma tarde he estado con ella y la cosa no ha ido mal, así que intentaremos coincidir todas las semanas para conversar y ayudarnos mutuamente. Lo que pasa es que me parece a mí que me lo curro yo más que ella, si hasta me ha preguntado si era profesor (en fin, será la vocación oculta que tiene uno…)

Y de momento eso es todo amigos. Creo que el mes de septiembre va a ser cuando menos entretenido. Además supone el comienzo del buen tiempo, y no veáis las ganas que tengo de verano, después de no haber catado el calorcito en España y comerme todo el invierno austral. En cuanto a los planes, pues no las tengo todas conmigo, porque aunque como siempre decía Hannibal Smith “Me encantan que los planes salgan bien”, yo estoy acostumbrado precisamente a todo lo contrario, así que puedo esperarme cualquier cosa…

lunes, 15 de agosto de 2011

John Williams


Nota: Tendréis que perdonar algunas faltas de ortografía, pero estoy utilizando un Mac con tablero en ingles y hasta que me pongan un tablero en español no puedo poner tildes. Las que aparecen son gracias al corrector automático. Lo digo porque últimamente se han visto Catedráticos de la Lengua entre los miembros del blog. Sirva esto como humilde disculpa.

Nivel de inglés: He aprendido una nueva palabra. Es la siguiente: “Write off” (bueno, no es exactamente una palabra, es mas bien un phrasal verb, un verbo seguido de otra palabra que da otro significado al verbo, o algo así). El caso es que la escribo aquí por que viene a significar algo parecido a “no hacer nada”. ¿Y a que viene esto?, os preguntareis. Es por lo que he tardado mas tiempo esta semana en escribir en el blog. Pero todo tiene una explicación. Mi idea era escribir algo el sábado, pero me liaron para salir y me toco cocinar, así que la tarde del sábado perdida. Decidí que el domingo seria el día perfecto para actualizar el blog. Pero ahí estuvo mi error, porque el domingo fue un día completamente “write off”. Me explico. La noche del sábado volví a desempolvar el juego “Australian Hangover” (del que ya os he hablado), y esta vez a los habituales francés y alemán se sumo un italiano (el juego se esta volviendo mas internacional que las Olimpiadas). Bueno, tampoco me voy a extender con los detalles, pero digamos solamente que la partida se nos fue un poco de las manos. Para cuando nos habíamos dado cuenta el suministro de kalimotxo estaba agotado (y ni siquiera habíamos terminado de jugar). Lo que siguió después ya os lo podéis imaginar, pero sirva este pequeño resumen: El francés apenas se tenia en pie y se fue a casa en bus, pero se quedo dormido y amaneció tumbado en un banco de la estación de buses a las 6 de la mañana (se había marchado a las 3); el italiano no pudo entrar ni al primer pub de lo perjudicado que estaba, acabo en la estación de Kings Cross, tumbado en el anden, esperando un tren que lo llevara a casa (el primer tren pasaba a las 5 y el se fue sobre las 2); lo del alemán fue peor (en serio que este hombre tiene muy mala suerte, le ha pasado de todo, hasta se le cago una gaviota encima el otro día. Yo le he dicho que si voy algún día a hacer surf se venga conmigo, porque si hay tiburones seguro que se lo papean primero a el); bueno, pues el alemán, a eso de las 4 de la mañana se fue a comer algo a un McDonald’s, y no se le ocurrió otra cosa que ponerse a mear en la calle porque no sabia donde estaban los servicios (están justo a la entrada, si no los ves es porque eres Rompetechos, o vas mas ciego que Stevie Wonder), total, que lo pillo la poli y le metieron $200 de multa, y lo peor es que enseño el carnet de conducir internacional como documentación y la policía pensó que había venido en coche y lo tuvieron mas de una hora en comisaria porque no querían que condujera. Al final los únicos que quedamos en pie, como suele pasar, fuimos los españoles, que si bien es cierto no estábamos en nuestro mejor momento, al menos acabamos la noche dignamente. Ya veis, todo esto solo para explicar que he aprendido a decir “write off”

John Willians.

No es un tío al que he conocido aquí en Sydney, por si alguno de vosotros no sabe de quien estoy hablando. Si os hablo de Star Wars, Indiana Jones o Harry Potter, seguro que os empieza a sonar algo mas. Bueno, pues John Williams es el compositor de las bandas sonoras de esas películas, y de muchas otras que seguro habéis escuchado un montón de veces. Y si estoy escribiendo esto aquí es porque el pasado viernes estuve en un concierto, “The Music of John Williams”, se llamaba.

Fue en el Opera Mouse. La verdad es que al principio tenia miedo de ir, por si se acordaban de mi de la ultima vez que me metí hasta el fondo y acabaron echándome, pero todo fue bien. Es difícil que se acuerden de uno cuando pasa tanta gente por aquí; en el ticket del concierto ponía que yo era el cliente 61.111.523, ahí es nada.

La verdad es que el Opera House es impresionante. Cuando te acercas al edificio por primera vez te produce cierto cosquilleo en el estomago; lo has visto tantas veces en cine o televisión, que parece un tanto irreal que tu te encuentres allí, y para ver un concierto. Se que parecerá una tontería, pero es una sensación emocionante, a pasar de ser la persona 61 millones que pasa por aquí.

Cuando llegue ya se veía que el concierto iba a ser en tono desenfadado, nada ceremonioso. En la calle podías ver a frikis haciendo cola disfrazados de Jedis, soldados imperiales… con espadas laser y todo. Como ya tenia la entrada no tuve que esperar y fui directamente a la sala de conciertos (no se cuantas salas hay en total, pero son varias, y yo creo que estuve en una de las pequeñas). Os dejo una foto para que os hagáis una idea, la he bajado de Internet, así que perdonad la mala calidad.


ConcertHall_M(1).jpg

Sydney Opera House Concert Hall. Yo estaba sentado cerca del lugar donde se tomo la foto.

La sala se puso hasta arriba. Estaba a rebosar. El concierto estaba presentado por Shaun Micallef, que es un famoso presentador de la televisión australiana (al estilo Buenafuente, para que os hagáis una idea). Hacia una pequeña introducción entre canción y canción, en plan Club de la Comedia. No le pille todo, claro esta, pero alguna de sus coñas si que la entendí y la verdad es que tenia gracia, fue bastante divertido.

Y en cuanto al concierto, para mi una gozada, de principio a fin. Ya sabéis que me encanta el cine, y tengo varias bandas sonoras de John Williams. Todo lo que tocaron lo había escuchado docenas de veces, y algunas canciones me hicieron volver a mi infancia. De verdad, escuchar la canción de E.T. me hizo sentir como si fuera un crio otra vez (al menos estaba disfrutando como tal). Dicen que la música es mejor en directo; pues cuando escuchas a una orquesta como la Sydney Symphony, eso es aun mas valido. Se me puso la piel de gallina casi todo el concierto. Empecé con la Olympic fanfare, que ni siquiera sabia que la había escuchado tantas veces. Después, cuando tocaron la música de Tiburón, podía imaginarme cuando vi la película por primera vez, en mi casa, siendo en crio y muerto de miedo. Tras esta vinieron otras canciones, todas conocidas (al menos para mi): la marcha de Indiana Jones, que hizo que todo el mundo, incluido y yo, nos pusiéramos en pie a aplaudir como locos. El solo de violín de La lista de Schindler, que te ponía el corazón en un puño. Y Superman, que hizo que todos nos volviéramos a poner de pie. Y para finalizar un repertorio de Star Wars, con el compositor utilizando como batuta un mini sable laser (todo muy friki, ya lo se). Al final hubo casi cinco minutos de aplausos, con todo el mundo nuevamente en pie, dejándonos las palmas en carne viva.

En serio, me lo pase como un enano, salí del Opera House totalmente emocionado. Mas de dos horas de música por solo $50, lo mas barato que he encontrado en Sydney hasta ahora.

Por si a alguno le pudiera interesar, os dejo el repertorio del concierto. Os animo a buscar las canciones por Internet, solo para que veáis que os suenan mas de las que pensáis. Lo único malo es que no es lo mismo que escucharlas en directo; yo me las baje el sábado por la mañana y no se, es como si faltara algo. Le falta la magia del directo, o quizá del Opera House.

El repertorio (añadid John Williams si lo queréis buscar, será mas fácil):

Olympic Fanfare / Theme from Lost in Space / Theme from Jaws / Highlights from Close Encounters of the Third Kind / Adventures on Earth – Concert suite from E.T. (The Extra-Terrestrial) / Theme from Schindler’s List / The Raiders March from Raiders of the Lost Ark / Theme from Jurassc Park / Theme from Superman / March from 1941 / Hedwig’s Theme from Harry Potter / Sayuri’s Theme from Memoirs of a Geisha / Highlights from Star Wars: Main Title; Imperial March; Princess Leia’s Theme; Cantina Band Theme; Throne Room and End Titles.

domingo, 7 de agosto de 2011

El cole

Nivel de inglés: Hace un par de semanas subí un nivel en las clases. Ahora estoy en Intermediate B1, level 3. En dos semanas otro examen más, y si lo paso subo a Upper Intermediate B2,  level 1. Se supone que al finalizar el curso tendré un nivel Advance C1 más o menos. Pero bueno,de  lo que se trata es de hablar y entender inglés, y en eso aún estoy un poco verde, la verdad, aunque he notado algo de mejoría en estos dos meses. Así que el rollo del nivel está muy bien y todo eso, pero no me daré por satisfecho hasta que no logre hablar con cierta fluidez y pueda entender al menos el 90% de lo que escuche en inglés. Hasta entonces, todo lo demás es solo titulación sin importancia.

Después de un par de meses por aquí, y no teniendo ninguna historia extraña que contaros, creo que ha llegado el momento de hablar un poco sobre la escuela. Al fin y al cabo paso la mayor parte del tiempo en clase, y creo que el asunto merece su propia entrada en el blog.

Como ya he mencionado anteriormente (con foto incluida y todo) la escuela está situada en pleno centro de Sydney, al lado de los ferrys y a un minuto andando de la Opera House. Antes me suponía casi hora y media llegar, pero ahora, en pleno corazón de Kings Cross (bueno, más que corazón podría decirse que vivo en alguna parte del duodeno, pero bien…) llego en unos diez minutos, lo cual no tiene precio (en realidad sí que lo tiene, $250 semanales que me salen del alma)

La escuela está bastante bien. Es un edificio cómodo y moderno con tres salas de ordenadores, sala de proyección, un aula con Ipads… Bueno, que tiene todos los adelantos que podrían esperarse para la pasta que he pagado. Al menos en eso bien, porque solo faltaba llegar aquí y encontrarme con pizarras para tiza y ordenadores Spectrum… (si hay alguien lo suficientemente joven que no sepa qué es esto, baste decir que era el ordenador del pleistoceno, y que tener uno en casa era algo así como tener ahora una megapantalla en 3D)

En cuanto a las clases, pues son entretenidas, la verdad. Pero claro, para aguantar cinco horas de inglés todos los días los profesores se lo tienen que currar un poco, porque si no se hace más largo que un culebrón venezolano. Y debo decir que se lo curran (al menos Jackie, mi profesora); todos los días nos tiene preparado algún juego o una movida semejante. La  verdad es que hay veces que es demasiado infantil (hasta nos da chocolatinas a los ganadores, como monos de feria…), pero al menos sirve para relajar un poco tanta gramática. Por poner un ejemplo, el otro día, que teníamos unos 25ºC, nos llevó al Botanic Garden (recordad, donde me atacaron los pájaros) y allí estuvimos toda la tarde, haciendo jueguitos (joder, me sentí como si hubiera regresado a quinto de EGB, en serio). Pero claro, también hay que entender que yo soy el abuelo de toda la peña (y creedme que lo soy por goleada) así que a mí me resulta bastante chocante toda esta movida. Pasar de trabajar diez horas todos los días (bien es cierto que no me mataba, antes de que alguien abra la boca, que ya nos conocemos…) a regresar al colegio, con juegos y todo, pues como que ha sido un cambio bastante cañero.

Para que os hagáis una idea de la afición de Jackie por los juegos. Hace un mes más o menos salí con algunos de mi clase, y comoquiera que aquí las cosas están carísimas, decidimos cenar en la habitación de mi residencia y beber algo (calimotxo, en plan castizo). Total, que para amenizar la velada (ante todo soy un excelente anfitrión), decidí sacarme un juego de la manga para que beber nos resultara más entretenido. El juego tenía el acertado título “Drunk in Sydney” (con eso lo digo todo); resultado final de la noche: nos tuvimos que llevar al alemán a mi habitación porque el pobre ni se tenía en pie y no le dejaban entrar en ninguna parte, y para colmo le robaron la cartera… Pero bueno, ese no es el tema. El caso es que el lunes llegué a la escuela, y como la típica pregunta es qué tal nos fue el finde, pues cuando me tocó el turno no me quedó otra que sacar el juego y enseñárselo a la profesora. Pues bien, Jackie me lo pidió para fotocopiarlo, me plastificó el tablero (que lo había dibujado en un hoja de cuadros) y lo repartió entre la clase para que localizaran los errores gramaticales de las reglas (que por otro lado eran bastante básicas: Drink the left, Drink the right, Drink all…). Así es como el “Borracho en Sydney” está cogiendo cierta fama en el colegio. Por cierto, dos semanas después me curré “Australian hangover”, este con unas reglas más elaboradas y un tablero más currado, y por supuesto un pelín más salvaje que el anterior. Pues fue enseñárselo a Jackie y volver a repetirse la operación… No sé, estoy pensando en pedir algo de pasta en concepto de derechos de autor.

Y luego está la gente que estudia allí, claro. Hay peña de todo tipo, pero los asiáticos arrasan. En julio llegaron como 100 chinos de golpe. El lunes que llegué por la mañana y me encontré a tanto chino en la puerta, formando una barrera compacta e infranqueable, casi me doy la vuelta. Por un momento comprendí como se sentía Rambo cuando contaba aquellas historias al coronel Trautman (“Esto está lleno de charlies”). Lo de los chinos solo es por un par de meses (muchos vienen a estudiar uno o dos meses y después se piran) y además no sé dónde los meten, porque solo se les ve a la entrada y a la salida de las clases; pero eso sí, los oyes llegar de lejos, y lo mejor que puedes hacer es huir si no quieres quedar atrapado entre un montón de chinos que gritan como si los estuvieran desollando vivos y se mueven más lento que un berberecho escayolado. De verdad que hay ciertas experiencias por las que es mejor no pasar. El caso es que estoy empezando a distinguir entre chinos, japoneses, taiwaneses, tailandeses, coreanos… Al principio todos me parecían iguales, pero ahora logro diferenciarlos. No sé si sentirme orgulloso o empezar a preocuparme.

Os dejo un par de fotos que hice el otro día de una de mis clases. Faltan bastantes compañeros, y hay algunas clases en las que vamos cambiando dependiendo de lo que nos toque (tenemos una gramática general conjunta y luego hay clases de pronunciación, listening, speaking, phrasal verbs…), pero valgan las fotos para que os hagáis una idea de la peña con la que estudio.


Los compañeros, primera parte.


Los compañeros, segunda parte.

Breve explicación de las fotos. En la primera de ellas podemos ver, de izquierda a derecha, a Yukako (famosa por su maestría bailando “La Macarena”), seguido de Pierre, el francés; Alex, el español; Michael (o fucking Michael, como aquí lo llamamos), el alemán que cayó derrotado con el “Drunk in Sydney”; Rosalie, una chica francesa y Camilo, el colombiano.

En la segunda foto podemos apreciar el claro dominio asiático. No me acuerdo de todos los nombres (vale, no me acuerdo de ninguno), pero el de la cazadora marrón es el único que no es japonés (es de Hong Kong). Como se puede apreciar, dos de los japoneses lucen con sus dedos el socorrido símbolo de la victoria, que no se por qué narices siempre lo hacen cuando salen en una foto. Y sentada en el centro de la clase está Jackie, mi profesora. Es china (como no), pero lleva viviendo casi toda su vida en Australia.

Resumiendo, que las clases están bien y me ayudan con el inglés que luego intento utilizar en el día a día (meter una frase en una conversación y saber que tienes que utilizar el “present simple” que habías estudiado te hace sentir que, de alguna forma, estas aprovechando la pasta de la escuela). Por otro lado debo decir que (seguramente por primera vez en mi vida) me lo estoy currando e intento estudiar cada día (lo cual, algún que otro domingo post juego calimotxero, se hace muy cuesta arriba) y los compañeros me consideran un buen estudiante (anda que no). Lo cierto es que soy un poco payasete y me echo buenas risas con Jackie, porque yo me pongo a hablar y la mitad de las cosas que suelto son tonterías y la otra mitad palabras inventadas que suenan bien pero que no quieren decir nada en inglés. Pero que le voy a hacer, bastante hay con ser el abuelete en años, tampoco lo voy a ser en actitud, ¿no?

lunes, 1 de agosto de 2011

El Kyōdō

Nivel de inglés: Una pequeña historia para que os hagáis una idea de la soltura con la que me desenvuelvo por Sydney. Estaba el otro día en uno de mis paseos nocturnos por la city (a eso de las 20h, que aquí anochece a las 17.30h) cuando me apeteció tomarme un café. Entré en un bar y cuando iba a pedir el socorrido capuccino, se me pasó por la cabeza que ya estaba un poco harto de tomar siempre lo mismo y que me apetecía otro tipo de café. Como era de noche y a la mañana siguiente me tocaba madrugar decidí que la mejor opción era pedir un descafeinado, pero claro, no tenía la menor idea de cómo pedirlo. Así que con esa idea en la cabeza decidí intentarlo. Total, que me puse delante del camarero y, no teniendo la menor idea de cómo se dice descafeinado en inglés, le pedí “one coffee… but without coffee” (osease, un café… pero sin café). A mí me pareció que era la mejor forma de hacerme entender dadas las circunstancias, pero el camarero se me quedó mirando como si le quisiera tocar un poco las narices. Viendo que el pobre no entendía lo que yo quería, decidí explicárselo como hacemos los españoles cuando un extranjero no entiende nuestro inglés, diciéndoselo despacio “o-ne co-ffee…, bueno ya me entendéis”, el caso es que eso no sirvió de mucho, porque claro, el camarero seguía igual. En fin, que al final me tuve que tomar otro capuccino y dejar el descafeinado para otra ocasión (tal vez para cuando vuelva a España). Esto es solo una pequeña muestra de la maestría de mi inglés, para que os hagáis una idea de mí día a día. De verdad que hay ocasiones en las que me siento como un niño de dos años… Por cierto, descafeinado en inglés es “decaffeinated coffee”. Fácil, ¿verdad?... pues ahora probad a pronunciarlo.

He decidido que ya es hora de mostrar las fotografías que en su día tomé de la habitación de Choko en Nola´s house. Sirva también esta entrada para dar por finalizadas las historias de la casa de la abuela, pues veo bastante improbable que vaya a regresar a esa casa nunca más, excepto, quizás, para una visita de cortesía dentro de un tiempo.

Recordemos brevemente a Choko. Era el japonés que vivía conmigo en mi anterior casa, al que le gustaba tocar la flauta (y las narices de paso) y que se quedaba un rato con la boca abierta, pensativo, cuando le hacías una pregunta directa. Estoy seguro que era muchas más cosas, aparte de estas tres, pero en el tiempo que estuve en Nola´s house no pude averiguar mucho más sobre él. Recordemos también que vivía recluido, por decisión propia, en un hueco del pasillo que él mismo había acondicionado para transformarlo en una habitación (o lo que fuera eso). El hecho de que se mudara a tan extraña localización nunca me quedó claro del todo. Un día le pregunté al brasileño que dormía conmigo qué es lo que había pasado (porque Choko dormía con él en un principio) y el brasileño solo pudo decirme que una noche el japonés empezó a hacer ruidos raros, como si respirase a lo Darth Vader, y a moverse inquieto en la cama, y que al día siguiente le pidió a la abuela mudarse a la planta de arriba, sin ninguna otra explicación. Como Nola no disponía de otra habitación libre tuvieron que apañar el hueco del pasillo, y así fue como Choko montó su Kyōdō (o antro, o garito, según la traducción del japonés en el google traductor)

Y sin más preámbulos pasemos a la exposición fotográfica. Antes de empezar debo decir que la expectación creada puede desmerecer el impacto de las imágenes, pues ya se sabe que cuanto más esperas de algo, más decepcionado acabas si no cumple con tus expectativas. Espero que estas fotos al menos os sirvan para divertiros un rato.



El Kyōdō de Choko visto desde fuera”

Aquí tenemos una perspectiva de la habitación del japonés cuando subes las escaleras que llevan a la segunda planta. El armario pegado a la ventana sirve como muro principal, y después podemos ver una deslavazada cortina que cuelga mustia de una cuerda de tender y que sirve como entrada principal al santuario. Nótese el detalle de la toalla que pende al fondo, y que Choko utilizaba como improvisada cortina. Por lo demás, se puede apreciar la habitual costumbre de Nola de ir dejando cosas por todas partes sin ningún propósito concreto, como se advierte en la bolsa y la cesta del margen inferior derecho y en la cantidad de cachivaches colgando del perchero de la izquierda. Os puedo asegurar que, tres semanas después de haberme marchado, esas cosas seguirán en el mismo sitio.


“Los japoneses, ante todo, son ordenados”

Esta foto es ya una completa invasión de la intimidad, así que os pido que guardéis el secreto de mi indiscreción. Aquí se puede apreciar el armario empotrado que había en la pared izquierda de la habitación. Como podemos ver Choko, acostumbrado como todos los japoneses (supongo) a los espacios reducidos, aprovecha al máximo los recursos de los que dispone. Como no había sitio para un escritorio, Choko decidió meterlo en el armario empotrado, y debo decir que el resultado es bastante aparente, ¿no? El detalle del espejo tampoco está mal, pues todo el mundo sabe que un espejo bien colocado sirve para dar una sensación de amplitud a una sala, y desde luego esta habitación estaba muy necesitada de amplitud (aunque fuera ficticia). Poco más que comentar sobre esta foto, que cada uno saque sus propias conclusiones…


“Ríete tú de Ikea”

Aquí podemos ver la parte trasera del armario que servía como “pared”. La “estantería” es una caja reciclada de una bicicleta Orbea. Cuando la abuela le dijo a Choko que iba a tirar la caja, este por poco se hace el harakiri. Al final pudo conservarla, y la verdad es que el tío sabe aprovechar lo que tiene. No me diréis que no es una estantería la mar de aparente. Si os fijáis en las dos bolsas rojas, son de “Liquorland”, una cadena australiana de licorerías. Supongo que el pobre Choko necesitaba meterse una plomada matutina para poder soportar la vida en el garito en el que se había auto-recluído.


“La cama ¿?”

Vale, vale, no hice la foto en el mejor momento, lo sé, pero no podía esperar a que el japonés hiciera la cama, solo tuve una oportunidad y la aproveché. Lo cierto es que hay que entender el desorden, porque cuando vives en un espacio tan reducido se te tienen que quitar las ganas de todo. Poco puedo añadir a lo que vemos en la imagen, solo hacer un pequeño apunte al amago de decoración que el japonés intentó en la pared (al fondo a la derecha). Lo que se ve dibujado es un trazo de lo que pretendía ser un motivo floral o algo parecido. Supongo que al final lo dejó por imposible; bastante tenía con lograr que todo cupiera en la habitación (algo mucho más complicado que pasarse el último nivel del Tetris)

Y eso es todo con respecto al agujero del japonés. Espero que al menos haya servido para entreteneros (y si además podéis coger alguna idea para la decoración de vuestra casa, mejor que mejor)

Con esto concluyo todo lo relacionado con Nola´s house. Ahora ando metido en una residencia cerca de Kings Cross y la verdad es que tampoco es nada del otro mundo (cuento los días para acabar el contrato –el 13 de septiembre– y largarme a otro sitio). Pero eso es otra historia y quizás os la cuente en una próxima entrada.

Aquí os dejo un enlace para que me tengáis localizado en mi nueva dirección (por si hay que venir a rescatarme o algo así):