Nivel de inglés: Ya que esta entrada va acerca de los planes más o menos inmediatos que tengo en la cabeza para mi estancia en Sydney, os voy a hablar de lo que tengo pensado en cuanto al inglés. Como todo el mundo sabrá, estoy haciendo un curso de inglés general en el que, si todo va bien, acabaré con un nivel C1 y el pertinente certificado que lo acompañe. Ahora bien, aunque este certificado tiene el sello de Cambridge, no se trata de un título oficial al uso, reconocido en cualquier parte del mundo, así que algunos de mis compañeros y yo mismo hemos hablado con nuestra profesora acerca de la posibilidad de presentarnos al examen oficial para sacarnos el título de English First . Si queréis que os diga la verdad, incluso ahora no me queda muy claro el nivel exacto de ese título, solo sé que para presentarse hay que currárselo bastante más de lo que vengo haciendo hasta ahora, y que la profesora montará una clase específica para la gente interesada en hacer el First, una clase más cañera que la de ahora, con mucho más para estudiar, más homeworks y más gramática. En principio la cosa no pinta mal, pues aunque no lograra pasar el examen, al menos me serviría para aumentar mi nivel de inglés más rápido. Bueno, en principio es solo una idea, porque para que la clase salga adelante al menos tenemos que ser cinco las personas que quieran hacer el examen, y de momento solo estamos tres. En cualquier caso empezaríamos a finales de septiembre, cuando volviéramos de vacaciones (pues sí, tengo tres semanas de vacaciones en septiembre. Ya veis, pagas un curso que te cuesta una pasta y aún encima te dan tres semanas libres, y luego dicen que los españoles no trabajamos, hay que joderse con los australianos…)
Aunque parezca lo contrario cuando alguien lee las diferentes entradas del blog, aquí no están pasando cosas constantemente. En realidad, una vez te has asentado, no difiere mucho de la rutina diaria que pueda tener cualquier persona en cualquier parte del mundo. Lo único que cambia es que estás en una ciudad completamente distinta, al otro lado del mundo, intentando hacerte entender en un idioma que no controlas. Por lo demás tengo mi propia rutina, que prácticamente consiste en ir a clase todos los días, estudiar un rato e intentar no meter mucho la pata cuando estás hablando con alguien en inglés.
Así que esta semana, a falta de poder contaros alguna de mis desventuras, voy a hablaros de los planes que tengo para las próximas semanas. Solo más adelante veremos si alguno de ellos se ha cumplido según las expectativas.
Como ya he comentado, en un par de semanas empiezo mis vacaciones de septiembre. Tres semanas con todo el tiempo del mundo para hacer… ¿nada? Bueno, intentaré que no sea así, porque si no va a ser una pérdida de tiempo y dinero total. Así que mi primer plan es hacer un pequeño viaje, nada del otro mundo, tan solo coger un avión y visitar Merlbourne. La idea (de hecho es un plan en toda regla, porque ya tengo el billete y el hostel reservado) es largarnos seis días a Merlbourne y visitar la ciudad y sus alrededores (para ello alquilaremos un coche, así que las risas están aseguradas, porque lo de conducir por la izquierda va a ser toda una aventura). Al final solo vamos tres, y yo, por ahorrarme $30 salgo a las 7 de la mañana de Sydney, solito. Los otros dos se unen conmigo en Merlbourne sobre las 10 de la noche, por lo que voy a tener casi un día entero para meter la pata en una ciudad desconocida (me espero lo peor…) Los otros dos que vienen conmigo son Michael, el alemán de quién os he hablado en otras entradas, y Bowen, un tailandés (o coreano, no me acuerdo) que vive con Michael en la misma casa. La cosa no pinta mal, la verdad, y además esos días me voy a ver obligado a hablar en inglés todo el tiempo, así que aunque solo sea por eso ya va a merecer la pena (espero).
El siguiente plan, también para llevarlo a cabo en esas tres semanas de vacaciones, es cambiar de residencia (sí, otra vez, y ya van…). No os he contado mucho de la residencia en la que estoy, pero es un auténtico desastre. No me entendáis mal, la residencia no está mal, es limpia, todos los muebles están nuevos, las habitaciones están bien, tenemos una cocina grande donde poder hacer nuestros platos; incluso hay una terraza en la azotea con otra cocina, barbacoa, suelito de madera y mesas y sillas en plan ibicenco, con vistas al mar y los edificios de la ciudad al fondo (ahora mismo escribo esto sentado en esa misma terraza). El problema es la ubicación de mi habitación; está situada justo al lado de la entrada principal, y a menos de un metro de una sala común con televisión y confortables sillones. El caso es que desde mi habitación lo escucho todo: la puerta abriéndose y cerrándose constantemente, la televisión todo el día encendida, la peña hablando a gritos en lo puñeteros confortables sillones. Podéis llamarme raro si queréis, pero aguantar eso día tras día acaba minándote la moral. Pero ese tampoco es el problema principal, porque si se respetaran las normas de la residencia no se podría hacer ruido a partir de las 10 de la noche, y al menos de esa hora en adelante podría dormir tranquilo. Pero claro, estando al lado de Kings Cross, una de las zonas de marcha por excelencia de la ciudad, la peña de mi residencia se une a las ganas de fiesta y, a partir del jueves, empieza el largo fin de semana. Ya sabéis cómo es la gente cuando se toma unas copas, y en el caso de algunos compañeros de mi residencia, es eso multiplicado por diez. Imaginaros a los guiris británicos que van a Mallorca de fiesta y os haréis una idea. El caso es que después de cenar en la cocina (que está situada en el sótano) suben a la sala común (recordemos, a un metro escaso de mi habitación) y allí continúan con la fiesta, bebiendo y gritando como si les fuera la vida en ello. Y lo peor es que la cosa no termina aquí, ojalá, porque cuando vuelven de marcha (a eso de las 4 de la mañana) no se les ocurre otra cosa a los benditos que sentarse otra vez en la sala común y tocar las narices otra horita más. Una maravilla, de verdad. Por supuesto me he quejado a todo cristo, pero es como si hablara con un muro. Mucho decirme que van a solucionar el problema, pero cada semana el mismo cuento. He intentado cambiar de habitación, pero tampoco puedo porque, según ellos, el resto de habitaciones están ocupadas. Es en estos momentos cuando más echas en falta poder hablar bien el idioma para cagarte en todo como es debido… Para que os hagáis una idea del nivel de cabreo que pude cogerme una de esas nochecitas: Estaba durmiendo tranquilamente cuando la peña volvió de juerga y se pusieron a gritar como si los estuvieran desollando vivos (a las 4 de la mañana de un jueves), así que, no pudiendo aguantar más, salí fuera y traté de explicarles con mi inglés más amable que estaba intentando dormir y que, por favor, dejaran de hacer ruido. Por supuesto aquello no sirvió de nada, y diez minutos después seguían gritando como posesos, así que no me quedó otro remedio que volver a salir, vestido con mi pijama, los ojos legañosos, el pelo como si un tornado se hubiera ensañado con él, y empezar a cagarme en todo gritando en perfecto español, acompañando con eficientes gestos cada meestáistocandolos… y cada hijosde… La verdad es que tampoco sirvió para mucho, pero al menos me pude meter tranquilo en la cama y conciliar el sueño de nuevo. Pero claro, tampoco es plan de repetir lo mismo cada fin de semana.
Bueno, pues la idea es cambiarme a un apartamento, y para ello me voy a juntar con el citado Bowen (el tailandés o coreano que viene conmigo a Merlbourne) y otro tío italiano que se llama Alex (este es el que acabó bastante perjudicado en uno de esos juegos nocturnos). De momento la idea es buscar algo en la ciudad, pero yo prefiero pillar un apartamento cerca de una de las playas que no quedan lejos del centro. Ya veremos en qué acaba todo esto, pero si me mudo con ellos será una buena cosa, porque también me veré obligado a hablar en inglés todo el tiempo, y los tíos son bastante majos. A Bowen ya le he advertido que me llevaré el Australian Hanover para Merlbourne, así que ya se puede ir preparando.
El siguiente plan. Este ya se va a convertir en una necesidad para sobrevivir aquí sin fulminar todos mis ahorros (que tanto me han costado ganar con el sudor de mi frente): Buscarme un curro. ¡Pero ya! En serio, ya os lo habré dicho en otras ocasiones, pero Sydney es carísima, más de lo que podría haberme imaginado, así que si no quiero fundirme toda la pasta voy a tener que trabajar. Para ello he localizado una agencia que te ayuda a preparar currículos, entrevistas de trabajo, te manda información sobre ofertas, te ayuda a llevar a cabo cualquier papeleo que necesites… Y todo eso pagando solo $15. De verdad, algo así en Sydney era más improbable que encontrar un político incorrupto en España. Así que cuando vuelva de mis mini vacaciones me toca ponerme las pilas y buscar algo. Aunque tal como están aquí el resto de españoles que me ha tocado conocer lo más seguro es que acabe como camarero o algo parecido. En fin, seguro que acabo haciendo alguna de las mías, así que más historias para el blog…
Más planes. En mi ansia por mejorar el inglés fui hace un par de semanas a colgar un cartelito en el Instituto Cervantes en el que me ofrecía para ayudar a estudiantes con el español y estos, a su vez, ayudarme a mí con el inglés. Pues la semana pasada me mandó un mail una chica vietnamita llamada Ly (que lleva viviendo aquí toda la vida) para ver si podíamos quedar. Esta misma tarde he estado con ella y la cosa no ha ido mal, así que intentaremos coincidir todas las semanas para conversar y ayudarnos mutuamente. Lo que pasa es que me parece a mí que me lo curro yo más que ella, si hasta me ha preguntado si era profesor (en fin, será la vocación oculta que tiene uno…)
Y de momento eso es todo amigos. Creo que el mes de septiembre va a ser cuando menos entretenido. Además supone el comienzo del buen tiempo, y no veáis las ganas que tengo de verano, después de no haber catado el calorcito en España y comerme todo el invierno austral. En cuanto a los planes, pues no las tengo todas conmigo, porque aunque como siempre decía Hannibal Smith “Me encantan que los planes salgan bien”, yo estoy acostumbrado precisamente a todo lo contrario, así que puedo esperarme cualquier cosa…