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jueves, 30 de junio de 2011

Record superado

RECORD SUPERADO
Nivel de inglés: Hoy he ido a resolver un problema que tenía con Internet y al menos he logrado hacerme entender, pero cuando el tío de la tienda me hablaba no le pillaba ni la mitad de lo que decía. A mi favor he de decir que estos australianos tienen un acento muy jodido.
He batido un record. Es la primera vez que paso tantos días fuera de casa. Es un poco triste decirlo a mis años, pero la vez que más tiempo estuve fuera fue cuando me fui de viaje a la India. Pues hoy he superado esa marca (y estando solo, que tiene algo más de merito, ¿no?). No sé si habéis visto la película “La comunidad del anillo” (la primera de “El Señor de los Anillos), pero me siento un poco como cuando Frodo y Sam salen de la Comarca (el hogar que nunca habían abandonado) y llegando a un punto concreto del camino, Sam le dice a Frodo que si da un paso más es lo más lejos que habrá estado nunca de su hogar. Bueno, pues yo acabo de dar ese paso, solo quería dejar constancia (perdonad por la referencia friki y sobre todo por la ñoñada)
Por otro lado acabo de comenzar la operación “Great Scape”, que no es otra que la huida de Nola´s house. Ya he avisado en la escuela que abandono la casa, y sin haber sido nominado (referencia para los amantes de Gran Hermano, entre los que no me incluyo. Si hay alguno en el foro que haga el favor de borrarse inmediatamente) Bueno, que se me va la pinza; pues eso, que a partir de ahora dispongo de 4 semanas para encontrar un nuevo hogar antes de que me vea en la puta calle. Es un elemento de presión, y la presión siempre está bien, sirve para ponerte las pilas. Ya me he apuntado a algunas páginas de Internet y mañana voy a una inmobiliaria. Risas aseguradas, ya os contaré que tal me ha ido, pero seguro que no se enteran de nada de lo que les cuento; al final voy a acabar alojado en el Taronga Zoo (el zoo de Sydney). Y en esta tesitura me encuentro. De cualquier forma seguro que el cambio es para mejor, y si no, por lo menos voy a tener más material para escribir en el blog.
Queda pendiente la entrada de Nola´s House. Estoy en ello. Ya he hecho las fotos, pero me falta la habitación del japonés, que está férreamente vigilada (intentaré una incursión nocturna) Si puedo este finde me lo curro y cuelgo la entrada. Seguro que todos esperáis ansiosos un documento gráfico de la Manssion of madness.
Por cierto, sigo activamente todos los comentarios que dejáis en el blog y si no los contesto es porque me llevaría mucho tiempo responderlos todos. Os agradezco la atención que me dedicáis, es bueno saber que la gente se acuerda de mí estando tan lejos. Gracias a todos, incluso a aquellos a los que no conozco.

sábado, 25 de junio de 2011

Un día cualquiera

Nivel de inglés: ¿Cómo puede ser que un día entienda casi todo lo que me dice la gente y al día siguiente parece que hayan cambiado completamente de idioma?

Os voy a describir cómo es un día normal aquí en Sydney. Acompaño algunas fotos para que sea más gráfico, aunque para ello he tenido que echarme la cámara al hombro (bueno, no literalmente, que la cámara que tengo es más pequeña que un paquete de tabaco, pero ya me entendéis) y sentirme un poco japonés.

El día arranca temprano en Nola´s house. Si tienes suerte de poder quedarte en la cama porque no te toca madrugar, pues lo siento, pero no va a ser posible. A las 7 de la mañana el Sol inunda la habitación como si fuese mediodía (si, si, ya ha dejado de llover por aquí, ahora tenemos unos agradables 18º la mayor parte del día), y si esto no es suficiente para despertarte no hay de qué preocuparse, para eso está la jodida Phoebe (recordad, la perra), que le da por salir al jardín y empezar a ladrar como una loca a todos los pájaros que ve (y lo peor es que ese rato de la mañana es el único que está activa, porque el resto del día se lo pasa sobando en el sofá). Pero por supuesto ahí no acaba todo, porque si el Sol o la perra no se han encargado de sacarte del dulce abrazo de Morfeo, aún está Choko y su flauta o el compañero brasileño, que no para de hablar por el móvil (para mí que tiene un rollo con una brasileña de por aquí) sea la hora que sea.

Total, que quieras o no, aquí madrugas por narices. Te levantas radiante y con la sonrisa Colgate en el careto, una ducha rápida (recordemos, más de 10 minutos y el agua se torna helada), un desayuno en la cocina, de pie, porque encontrar un hueco libre entre todo el pandemonio de cacharros sucios, comida y trastos es imposible, y a la calle.

Toca esperar la llegada del bus. Lo más probable es que haya un par de abuelos en la parada o paseando por la calle, porque en la zona donde vivo la media de edad no existe, aquí todo el mundo es un abuelo. Vamos, que fue a este lugar donde vino Matusalén cuando se jubiló.
                                                     
Mi parada del bus cerca de Nola´s house

Una vez en el bus toca un largo recorrido a través de las calles de Narrawena (la zona donde vivo), pasando por Dee Way y acabando en Manly (estas dos últimas zonas son un par de playas que están bastante bien, y en las que puedes ver docenas de surfistas todos los días esperando las olas, sea la hora que sea. ¿Estos surferos trabajan alguna vez?)

Llegamos al ferry. Último trayecto para alcanzar la city. Una media hora atravesando la bahía hasta llegar al centro neurálgico de Sydney. Esta parte es la mejor del viaje. Si hace un buen día puedes sentarte fuera, mientras el aire salado te golpea con fuerza el rostro (viene bien para terminar de despertarte) e ir disfrutando de las vistas de la ciudad que lentamente se va expandiendo en el horizonte. Los enormes rascacielos de la city se elevan ante tus ojos como si fuera Manhattan (en realidad no hay tanta diferencia); a la izquierda aparece el emblemático edificio de la Opera House, y a la derecha el puente de Sydney, el más viejo de la ciudad.
                                           
Una vista de la salida del ferry en Manly beach

Nos aproximamos a la city
La Opera House desde el interior del ferry
 
Ya estamos en la city. Miramos el reloj y ha pasado hora y cuarto más o menos (eso si ha habido suerte y el bus no ha hecho demasiadas paradas o hemos pillado el ferry a tiempo, porque si no la duración del visaje se puede disparar hasta la hora y media o más). Bien, el caso es que ya estamos en todo el meollo. Salimos del  ferry, recorremos unos cincuenta metros y la city está sobre nosotros;  enormes rascacielos que te parten el cuello cuando miras hacia arriba, un montón de gente (generalmente trajeada) que va de un lado a otro con evidente prisa, autobuses, coches… vamos, el bullicio de una ciudad inmensa. Es la hora de ir a la escuela. No hay problema, pues está a menos de dos minutos de la salida del ferry. Todo recto, una pequeña cuesta, y ya estamos en el cole (el cole, anda que parece que haya retrocedido veinte años en el tiempo, je, je)
Una imagen del cole. Es el edificio pequeño del medio, enfrente del tercer bus.
En otra ocasión os cuento algo más sobre un día típico en el cole, pero no ahora, que si no esto va a quedar demasiado largo (y ya sabemos que lo bueno, si breve…)
Terminamos las horas de clase y, dependiendo del horario, aún tenemos tiempo para patearnos la ciudad y perdernos entre sus calles y avenidas. De momento solo la he explorado por encima, para situarme, aunque la mayoría de las incursiones han terminado conmigo dando vueltas por apartados callejones sin tener ni idea de cómo narices he llegado hasta allí (y lo peor, sin saber cómo volver hasta el ferry). Por suerte, al final siempre acabo encontrando el camino de vuelta, aunque a costa de una buena pateada. Imagino que cuando logre encontrar un piso más cerca del centro comenzaré a aprenderme las calles de la city.
Llega la noche (recordemos que aquí es invierno y la noche se nos echa encima a las 17.30h) y cogemos el ferry para regresar a Narrawena. Las luces de la ciudad se van quedando atrás cuando nos adentramos en las lóbregas aguas del mar, pero nos quedamos con la espectacular estampa de la resplandeciente city que va encogiéndose mientras nos alejamos, rumbo a la pacífica zona en la que vivimos.
Sydney by night
Y así llegamos a la otra orilla. De nuevo otro bus hasta nuestra casa. De nuevo hora y cuarto (o más) de recorrido. Nos bajamos en nuestra parada, la noche nos rodea como una mortaja de oscuridad. Nuestra casa está cerca, pero aún así todavía tenemos que recorrer cerca de 200 metros. Escuchamos un gruñido que proviene de las sombras, donde una figura borrosa nos observa con ojos ansiosos. Pasa un coche y sus faros desvelan que se trata de un anciano; vemos algunos más repartidos por la calle, como buitres esperando a que la comida exhale su último suspiro. Cuando la oscuridad retorna los gruñidos se intensifican, hay más abuelos de lo que nos temíamos. Aceleramos el paso para llegar lo antes posible a la seguridad de nuestra casa, pero sin correr, no queremos inquietar a los ancianos. Hay uno que intenta tocarnos con sus manos marchitas, no sabemos si quiere agarrarnos o solo decirnos algo, pero no nos paramos a preguntárselo. Empezamos a correr, un escalofrío nos desgarra la espalda. Nuestra casa está cada vez más cerca, pero aún así da la sensación de estar a kilómetros de distancia, en otro mundo. Esquivamos a otro abuelo, empujamos a uno que está en la entrada apoyado en su andador. Es él o nosotros. Al final conseguimos entrar en Nola´s house. Cerramos la puerta con candado, apoyamos contra ella una silla por si las moscas. Desde la ventana podemos ver a los ancianos rondar por la calle como almas en pena. Hay docenas de ellos, tal vez centenares. Quien sabe lo que podrían hacernos si alguna vez nos atrapan.
Perdonad esta última ida de olla, pero es para que os hagáis una idea de la tensión que se respira en Narrawena, la Benidorn de Australia, donde si todo el mundo es un abuelo es porque debe haber algo contagioso en el ambiente, y por lo tanto es mejor andarse con pies de plomo.
                                          

lunes, 20 de junio de 2011

No es país para piratas

Nivel de inglés: Esto no avanza.

Ahora que estáis al tanto de los diferentes especímenes que habitan en mi piso (aún no he visto koalas, canguros ni cocodrilos, pero con esta peña me doy por satisfecho) os voy a contar un poco sobre el rollo de internet aquí, en el otro lado del mundo.

Me viene a la cabeza una frase que lo define a la perfección: Es un infierno. En serio, yo pensaba que aquí, que supuestamente andan más avanzados que nosotros en muchos aspectos, internet iría como un tiro. Y bueno, sí, va como un tiro, pero del trabuco de Curro Jiménez. Lo peor de todo es que en Nola´s house no hay internet y, sobre todo los primeros días, tenía que andar chupando de la red en conexiones wifi gratuitas, lo que tampoco era ningún chollo porque, primero, eran más lentas que una maratón de berberechos y segundo, la mayoría de las veces tenía que tomarme un café, lo que significaba soltar 4$ del ala. En fin, un desastre.

Así que me pillé una conexión a internet mediante un rollo pendrive usb. 100$ por seis meses, que no está mal; pero el máximo de descarga es de 9GB al mes y la conexión se mueve menos que la jeta de Chuck Norris. Así que nada de poder piratear, lo justo mirar el correo, actualizar el blog y alguna video llamada por el skype. Vamos, que este país es el paraíso de la Sinde.

Total, que ando descargándome cosas malamente aprovechando la wifi de la escuela. Antes de entrar en la primera clase conecto el portátil, selecciono algunas descargas y así hasta que acaben las clases o pete la batería, lo que ocurra primero. Es muy cutre, me siento como si hubiera retrocedido varios años en el tiempo.

Bueno, solo eso. Hoy no tenía ninguna historia nueva que contaros, pero ando con la idea de hacer algunas fotos de la casa (y comentarlas) para que le podáis echar un vistazo. Además, estoy empezando a estar un poco hasta las narices de meterme una hora todos los días para llegar a la ciudad (atravesar el mar en ferry y ver la Opera House y todo eso está muy bien las primeras diez veces, pero luego como que toca un poco los…) y estoy pensando en hablar con el pavo que se encarga del rollo de las casas para que me cambie a un sitio más cerca. Echaré de menos a la abuela, pero es que en la zona dónde vivo hay menos marcha que en las rodillas de un playmobil, y para encontrar un bar tengo que acercarme hasta la playa, que está a media hora andando (o cinco minutos en bus) No sé, como tenga que estarme otro fin de semana más viendo la tele con la abuela me pego un tiro.

domingo, 19 de junio de 2011

El japonés que tocaba la flauta

Nivel De inglés: Emocionado estoy, que el otro día estaba viendo con la abuela “Kung Fu Panda” (la abuela, entre los muñecos animados y el brandy estaba alucinando cebolletas) y me enteré de todo. Vale, cierto que la peli ya la había visto, pero entender la mayoría de diálogos, a pesar de eso, tiene su mérito.

Ha llegado el momento que muchos de vosotros estabais esperando, el momento de hablaros sobre el japonés que tengo metido en la casa. Aunque no sabría decir con exactitud si está o no en la casa, ya que solo le veo cuando la cena está servida, o lo intuyo cuando el inquietante sonido de su flauta nos llega desde el segundo piso. No sé, para mí que es una especie de gremlin o algo.

Lo primero su nombre. Se llama Choko (no sé si se escribe así, ¿pero a quién narices le importa?). Descripción física: metro sesenta y siendo generoso, delgado, pelo negro al estilo “peinado con una batidora”, gafas de pasta y boca enorme, como Mick Jagger.

Lo que vengo diciendo sobre los japoneses se confirma con este hombre. Sabemos que vive con nosotros porque le oímos tocar la maldita flauta y porque baja a cenar cuando la abuela grita su nombre. Básicamente esa es toda la relación que tenemos con él. Tendríais que escuchar al brasileño cuando habla de Choko, se refiere a él como “stupid”,  para mí que un día de estos le parte la cara.

En cuanto a sus costumbres, pues las de un japonés medio, las de un flipao, vaya. Cuando baja a cenar lo primero que hace es coger su cámara y echar una foto al plato, todos los días, sin excepción. ¿Qué coño hará luego con las fotos?, ¿de verdad se entretendrá algún día mirando los diferentes platos que se comió en Australia? Luego, antes de sentarse, va al frigo y coge la salsa de soja, para embadurnar a conciencia toda la comida. Y después a comer; pero no creáis que por ser pequeño y delgado come poco; al contrario, se mete la comida como si la perra, la abuela o alguno de nosotros, se la fuera a arrancar del plato. El tío la devora, literalmente, entre escandalosos sorbos y extrañas posturas que adopta para tragarse los rollos de algas que se prepara (porque esa es otra, mete toda la comida entre esos infectos trozos de hierba que parecen scoth-brite). Una vez terminada la cena se prepara su té verde (más amargo que un zumo de berenjena con café), y después de eso de vuelta arriba, a su santuario (luego os hablo de él). Rara es la vez que se queda con nosotros un rato viendo la tele, pero bueno, mejor que no lo haga, porque para lo que dice… El otro día se me ocurrió preguntarle algo (no me acuerdo qué, pero alguna chorrada, lo justo para romper el hielo) y el tío, para contestarme, va y  alza la cabeza mirando al techo, abre su enorme bocaza en todo su esplendor y empieza a mascullar lo que en principio creía que era una respuesta pero luego me di cuenta que solo era una vocal repetida constantemente (algo así como aaaaaa¸uuuuu). Total que lo dejé a su rollo, y cuando ya me había olvidado de la movida, pasados cerca de tres minutos, va el jodido y me contesta. En fin, de verdad, ¿qué ha sido de la milenaria cultura japonesa, de todo ese rollo de samuráis, emperadores y otras movidas? ¿Esto es lo que queda del noble imperio japonés?

Y luego está el sitio donde duerme. Sé que no me vais a creer, pero es cierto. Lo han colocado escaleras arriba y su habitación no es en realidad una habitación, es una esquina de un pasillo en la que han colocado un mueble a modo de pared y una cortina haciendo las veces de puerta. No sé, a lo mejor es para recordarle su hogar en Japón o algo así. Yo desde luego, cuando lo vi, me quedé flipando en colores. Si tengo la posibilidad hago una foto y la cuelgo aquí para que veáis que no miento.

jueves, 16 de junio de 2011

La abuela que solo bebía brandy

Nivel de inglés: Esto es más complicado de lo que pensaba. Yo creía que iba a ser llegar aquí y empezar a hablar en inglés sin problemas.

Lo prometido es deuda, que se suele decir. Tras una ardua investigación, una atenta observación y varias horas de sueño  perdidas tomando notas y contrastando datos, por fin puedo escribir estas líneas, un concienzudo estudio sobre las  sorprendentes costumbres de la abuela que cohabita conmigo.

Se llama Nola. Ahora mismo, mientras transcribo las anotaciones recogidas, sentado en el salón de la casa, contemplo en toda su magnificencia a la abuela, derrotada en su sillón, con un vaso vacío temblando en la mano derecha, mientras lanza unos sonoros e indecorosos ronquidos contra la sorprendida perra, que la mira como si pensara que esto debe ser, sin ninguna duda, la antesala del infierno de los perros. Pero, ¡un segundo!, se acaba de despertar entre roncos tosidos que terminan en un potente eructo. Al parecer no me ha visto, ya que estoy sentado en un sofá justo detrás de ella.

He descubierto la bebida que enamora a Nola. Ayer por la noche, antes de meterme en la cama y cuando estaba seguro de que la abuela reposaba en su cama la cogorza diaria, me deslicé con sumo cuidado en la cocina para quitar el papel marrón de la botella que guarda en el armario y de la que se nutre todos los días. Es brandy, pero no me preguntéis la marca porque no la recuerdo, ni tampoco dónde ha sido destilada, aunque me imagino que en algún oscuro sótano de una destilería china ilegal o algo parecido. Nola bebe siempre brandy, siempre con la botella cubierta por un trozo de papel marrón (aunque no logro entender por qué, si todos sabemos lo que bebe y ella no lo oculta) y siempre mezclado con soda. No sé cuantos vasos caen a lo largo del día, pero cinco o seis seguro; vaya, que se mete la botella en unos tres días, lo que hace 2 botellas a la semana, 8 al mes, 96 al año. ¿Os acordáis de la Súper abuela? Pues esta debe ser su madre.

Esta mujer es muy cañera. Se pasa la mayor parte del tiempo maldiciendo, con la palabra “Bloody”  insertada en todas las frases (viene a significar algo así como puñetero, más o menos). Cuando se levanta por la mañana o se mete un copazo o no es persona, y cuando digo por la mañana me refiero nada más levantarse (para mí que es brandy con soda lo que desayuna). Luego las copas van viniendo a medida que pasa el día, a su ritmo. Si os digo la verdad, y os prometo que no miento, no la he visto beber nada que no sea su querido brandy con soda.

Ayer por la noche, cuando regresaba a casa después del colegio (a eso de las 19.00h) me la encontré en el salón, hablando con el vasco que vive conmigo, con un pedal que te mueres. La abuela iba haciendo eses cuando fue a la cocina y no se le entendía un carajo (salvo el bloody, que lo pronuncia con una claridad cristalina)

Debo decir que es una gran persona, no me entendáis mal. Cuando está serena se preocupa por cómo me va todo (cuando va pedo también, pero como no me entero de lo que dice…) y nos cuida bastante bien; cocina y nos lava la ropa (aunque me parece a mí que la mitad de las veces no usa detergente)

En fin, esta es la “familia” que me ha tocado. Que queréis que os diga, por lo menos te echas unas risas.

En próximas entradas os hablo del japonés flautista, que no tiene desperdicio. De verdad que estos japoneses son unos flipaos de la vida.

martes, 14 de junio de 2011

Primer día de clase

Nivel de inglés: Estoy a tope. He logrado abrir una cuenta yo solito y comprar una conexión a Internet, aunque eso sí, debo reconocer que las caras del tío del banco y la chica de la tienda eran todo un poema. Me miraban como si les estuviera hablando en chino, y eso que el del banco era chino. En fin, con calma que llevo menos de una semana aquí.

¡First day of class!

Por fin ha llegado el primer día (todo este entusiasmo se me irá quitando poco a poco, tranquilos). Tras 40 minutos de bus desde casa (he descubierto una ruta por la que no tengo que coger el ferry) he llegado al colegio. Hora de levantarse: 5.50h de la mañana, menudo infierno, así que estaba en la puerta del colegio (junto a mi compañero brasileño, Roberto) casi una hora antes de comenzar las clases (creo que es la primera vez en la vida que hago tal cosa). El caso es que ese rato viene bien para pegar el palo a la conexión del colegio y mirar el correo, el blog y otras cosas (por desgracia no puedo descargar nada, cuando va a comenzar el megauload o similares sale un mensajito y no me deja bajarme nada)

Bien, a lo que voy. A las 8.30h primera clase. Estamos 10 alumnos más o menos, la mayoría japonesas, 6 en total. Y ahora me vais a permitir un pequeño inciso. ¿Qué leches les pasa a las japonesas? En serio. Están todo el tiempo calladas, no articulan palabra a no ser que les pregunten directamente, y aún así les cuesta, hablan en voz baja, como si susurraran a los jodidos caballos o algo así, y no se les entiende ni jota (no solo porque hablen en inglés). Además no hacen más que sonreír como si nos estuvieran contando algún chiste pero solo lo pillaran ellas. No sé, son muy raras. Por poner un ejemplo: en la primera clase nos han preguntado sobre nuestros hobbies; pues todas, sin excepción, han contestado que su hobby es comprar. ¡Comprar! Joder, menudas joyitas. Había un alemán que se estaba poniendo malo, vamos, que no se ha puesto a repartir ostias porque ya sabemos que los alemanes son muy educados, pero seguro que se ha quedado con las ganas. No digo yo que antes de que acabe la semana el tío acabe por explotar.

Continuo. Pues eso, que las clases no están mal, son entretenidas, mucho rollo de hablar entre nosotros, interactuar, ese tipo de cosas. Pero está bien, hace que las horas se te pasen rápido. En cuanto a los compañeros, algunos van variando de clase en clase, no sé muy bien por qué. Tenemos el alemán picotas, las japonesas infernales, un par de franceses, una polaca, tailandesas y chinas (a mí me parecen iguales a las japonesas, aunque más activas, pero solo un poco, tampoco vamos a pasarnos); hay también un tío de arabia saudí (de este tengo que hacerme amigo que seguro que está forrado) y un ruso. El último sé que es ruso porque aunque no lo haya dicho (ha venido solo a la última clase) tenía toda la pinta de ruso; no sé muy bien cómo explicarlo, pero ha sido verlo y decir “este tío es ruso”, vamos que solo le faltaba la botella de vodka.

Y no sé, poco más. Hoy hemos tenido un par de clases de gramática y otra de vocabulario. Las clases duran más o menos hora y media, y por el momento no se hacen pesadas. Ya veremos los próximos días…

¿Esto es Australia o Noruega?

Nivel De inglés: Acabo de tener una conversación con la abuela sobre cocina española. Me siento súper orgulloso (aunque por la cara de la mujer cuando regresaba a la cocina me parece que o no me ha entendido ni la mitad de lo que le decía o iba un poco cargada de brandy)

Aquí estoy, sentado en el salón de mi casa mientras en la calle no para de llover. Lleva así todo el día, y ayer  igual, y lo mismo el día anterior ¿Pero que coj…. pasa con el Sol aquí? ¿No se supone que estoy en Australia? Que me devuelvan el dinero. ¡Me han timado!

Se me ha ocurrido salir esta tarde a explorar un poco la zona donde vivo (por supuesto me he perdido, todas las calles son iguales) y para cuando he llegado a la playa estaba más mojado que el culo de una foca. Eso sí, el mar estaba petado de surfistas (pronto me convertiré en uno de ellos, je, je) que se estaban jugando el tipo en unas olas impresionantes. Lo mismo me pasó el otro día, que se me ocurrió salir a correr y me calló la gran chaparrada cuando llevaba cinco minutos. Llegué a la casa chorreando.

Me estoy yendo por los cerros de Úbeda, el tema es que aquí el invierno es más jodido de lo que pensaba. Las temperaturas oscilan entre los 15º y los 6º por la noche, y no para de llover. Hay momentos en los que el sol aparece temeroso entre las nubes pero estas pronto lo engullen y vuelta a jarrear. Van a ser un par de meses de invierno asquerosos, pero supongo que me vendrá bien para quedarme en casa y estudiar inglés.

Hoy, cuando volvía del colegio en el ferry (en la próxima entrada os cuento el primer día de clase) el mar estaba más revuelto que el estómago de un borracho. ¿Os acordáis de la atracción de la ola, en los tiovivos del pueblo (para los que somos de pueblo, y a mucha honra)? Pues ya sé de dónde surgió la idea, de los ferrys de Sydney. En serio, era para flipar. Unas olas impresionantes, el ferry que subía y bajaba como una montaña rusa, los cochecitos de bebés venga de un lado para otro de los pasillos (no había niños dentro, los padres los tenían en brazos). Yo que estaba delante en primera línea (no sé si es proa o popa y la verdad es que me da igual, eso para los posibles listillos…) veía la ¿proa? que se elevaba hacia las nubes y luego bajaba a toda leche y parecía que estaba a punto de ser engullida por el mar. Y la peña venga a reírse y a gritar emocionados, como si fuese una atracción de feria, y hombre, no voy a decir que estuviera acojonado, pero ha habido un par de momentos de tensión en los que pensaba que iba a tener que poner en práctica mis horas de natación en la piscina. ¡Ah!, y mientras tanto todo el mar lleno de veleros de esos que se ven en las regatas (sí, ya sé, mi conocimiento de términos marinos está a la altura de mi inglés, pero que queréis para alguien que las únicas nociones que tiene sobre el mar las aprendió en Verano azul) con flipados sentados en la borda y saludando al ferry como si estuvieran de paseo. En fin, me voy a tener que ir acostumbrando a toda esta movida. ¡Están locos estos australianos!

Pronto llegará el verano (espero) y entonces podré deciros si Australia es como nos la venden en las guías turísticas.

sábado, 11 de junio de 2011

La escuela

Nivel de inglés: Creo que voy involucionando, ¿es eso posible?
Una pequeña descripción de la escuela. Tal como escribía en otra entrada está en el centro de la ciudad, muy cerca de la Opera House (a menos de dos minutos andando). Es un edificio de dos plantas repleto de aulas (¿de qué iba a ser si no?, si es una escuela). El caso es que tiene muy buena pinta, con un ordenador para cada alumno y unas instalaciones bastante modernas. No puedo decir mucho más porque solo he estado allí un día, el viernes pasado para la orientación y presentación.
No me voy a extender mucho con la escuela, ya os iré contando cuando empiece las clases. De momento me han asignado nivel Intermedio 2, lo que me parece una sobrada. Para que os hagáis una idea, hay un alemán que llegó el mismo día que yo, que habla inglés como si el tío fuera de Manchester y le han puesto el mismo nivel. Es la primera vez que hago un examen (hice la prueba por internet un mes antes de salir) sin utilizar chuleta ni copiar y saco una nota tan buena. Solo espero enterarme de algo cuando empiecen las clases.
En cuanto al horario: lunes y martes de 8.30 a 12.50h; miércoles y jueves de 11.30 a 17.40h y los viernes de 10.00 a 14.40h.
Y si os estáis preguntando por el japonés que toca la flauta aún no tengo noticias. Tranquilo todo el mundo, os mantendré al tanto de cualquier novedad.
En próximas entradas intentaré colgar alguna foto, pero ahora ando buscándome la vida en bares con wifi gratis (obligado a beber cerveza para poder usarla). Cuando tenga una conexión decente me lo curro más con el blog.

jueves, 9 de junio de 2011

Primer contacto

Nivel de inglés: El que se queda mirando con cara de idiota, sonríe continuamente y suelta algún que otro OK de vez en cuando, pero en realidad no se está enterando de nada.

Dos días en Sydney (lo escribo ya en inglés para que se vaya viendo mi progreso con el idioma). Tras llegar al aeropuerto me llevaron en coche hasta mi nuevo hogar, una pequeña casa de dos pisos, con jardín, árboles por todas partes, en un barrio muy tranquilo. Vamos, toda una postal. Como la mayoría de las cosas en este mundo el exterior no es necesariamente un reflejo de lo que aguarda en el interior.

La verdad es que la casa es un poco cutre. Todo está bastante desordenado, los muebles son tan viejos que incluso las termitas se rompen los dientes cuando intentan comérselos porque ya están fosilizados. La habitación donde duermo tiene un par de persianas que deben sujetarse gracias a la mugre, pero que cuando se trata de que el sol no entre parece que fuesen de papel cebolla. La cama no está mal, no voy a quejarme, aunque duermo con dos mantas y un edredón (la verdad es que en la habitación hace frío), y cuando me meto dentro estoy completamente atrapado por el peso. Hay una cocina llena de cacharros por todas partes (he tenido que desayunar de pie) y un baño en el que hay que ducharse como la bala porque el agua caliente se agota en diez minutos y de repente comienza a salir helada sin que haya un momento de transición.

En cuanto a los compañeros, duermo con un brasileño de mi misma edad que es bastante majo y parece que no ronca (cruzo los dedos); en otra habitación hay un vasco que ya ha terminado de estudiar y está buscando curro (tranquilos, solo habla conmigo en inglés). Ahora viene lo extraño, debe haber un japonés (ahora está de vacaciones) que toca la flauta y lo han subido al piso de arriba para que no moleste (no me digáis nada, yo también lo estoy flipando), os prometo que en cuanto sepa algo más sobre él lo escribo en el blog. En cuanto a la dueña de la casa es una abuela bastante cañera de unos mil años que vive con su perra (creo que la llama Phoebe, como la de la serie Friends) y me parece a mí que le da bastante al bebercio, porque ayer no hacía más que llenarse el vaso de una botella cubierta con una bolsa de papel (no es coña, de verdad) y para mí que no era Coca-Cola.

La casa está bastante lejos de la escuela (que está en el centro) y tengo que pillar un bus y un ferry para llegar. Lo único bueno es que paso al lado de la Opera House y veo el mar todos los días. Algo es algo, ¿no?

Aquí os dejo un enlace para que podáis ver la ubicación de la casa (y por si tenéis que venir a buscarme)

miércoles, 8 de junio de 2011

El viaje más largo

Nivel de inglés: ¿Inglés? ¿Eso qué es lo que es?

Por  fin ha llegado el día del gran viaje.
10 de la mañana (hora española, claro), salgo en tren hacia Zaragoza desde Calahorra. Y sorpresa, sorpresa, hay están Bull, Guillermo, Jorge y Sada para despedirme. Buen comienzo de viaje. Unas risas, unos abrazos y al tren. Gracias a los cuatro por venir, me ha hecho mucha ilusión, de verdad.

Bueno,  no me voy a extender en el viaje en tren, que no tiene nada de particular. Solo una cosa, casualidad de las casualidades, me he encontrado con Leo, un antiguo compañero de curro que justo iba a Barcelona a hacer un cursillo. Mejor, así he tenido algo de compañía.

Luego Zaragoza, estación de tren. Visita de Enrique y Paco mientras esperaba el AVE a Madrid. De nuevo gracias a los dos por venir, he estado muy bien veros antes de salir.

Y seguimos. AVE a Madrid, nada que reseñar, todo tranquilo. La gente aún sigue hablando en español y eso está bien, porque me voy enterando de las cosas, luego vendrá el infiernillo.

En Madrid me espera Alberto con su coche. Una gran currada y un favor enorme para mí, que me ahorro el agobio de andar por el metro con las maletas. Llegamos al aeropuerto, facturo el maletón. Ya tengo los dos billetes de avión; para Londres y para Sídney. Un café con Alberto en el aeropuerto, una pequeña hablada, el último abrazo… y me quedo solo.  También darte las gracias por la currada Alberto, sé que no te ha sido fácil escaquearte para venir a buscarme.

Hasta ahora todo perfecto, casi he ido en palmitas en esta primera parte del viaje (la más sencilla, claro)

Luego llega el momento del primer avión a Londres. Estoy solo y mi patética comprensión del inglés se empieza a notar. El piloto dice cosas por megafonía pero no le pillo nada, lo mismo podría estar hablando en cantonés o suajili, que para el caso… Así que tengo que actuar como se hace en estos casos, calladito y a hacer lo que hace todo el mundo. Sin ningún problema. En boca cerrada no entran moscas se dice, y solo abro la boca para comerme un par de galletas con café que me dan (menudo detallazo); y la verdad es que debería haber hecho caso del refrán y no haber abierto la boca ni para eso, porque el café parecía sudor de calcetín escurrido y las galletas… una mezcla extraña entre polvorón y magdalena rancia.

Y llego a Londres. Un par de horas de espera y al avión que va para Sídney. Primero nos pasan por primera clase, para que todavía les cojamos más asco a los que viajan así. Luego llegamos hasta los asientos; bueno, al menos todos llevan televisión individual interactiva para seleccionar lo que quieres ver. Y es lo único bueno. Nada más sentarme noto como las rodillas se me incrustan en el asiento delantero y me quedo allí, agarrotado como una pieza de Tetris. Pero eso no es lo peor. Llevamos diez minutos y la pedorra de delante echa todo el asiento para atrás y allí es donde yo veo las estrellas. De repente me veo encajado en un hueco tan pequeño que apenas puedo mover los dedos de los pies para que la sangre circule. Chicos, si alguna vez viajáis en un Boeing 747 y pensáis que va a ser la ostia porque, la verdad, viendo las fotos por internet parece un monstruo volante, olvidaos del asunto, no deja de ser un autobús con alas y lo de monstruo, pues sí, pero uno destroza piernas (para que luego digan que ser alto es una ventaja)

El caso es que no me queda otra que aguantar el tirón. Por suerte he traído las pastillas para dormir y me meto dos de golpe por no meterle todas al piloto para que estrelle esta chatarra y se acabe por fin el sufrimiento. El caso es que logro dormir unas 6 horas y cuando me despierto tengo las piernas más tiesas que un clic de famobil, casi tengo que llegar al baño dando saltitos.

Ahora, mientras escribo esto, hemos hecho una parada técnica en Singapur y al menos me ha servido para darme un largo paseo para estirar las piernas (por fin siento la sangre corriendo por ellas). La contrapartida es que me he tomado una pinta de Heineken y me han clavado 15$; eso sí, aquí en Singapur no sé cómo anda el cambio ni qué tipo de dólares son, pero se me han erizado hasta los pelos del sobaco.

Vuelta al avión. Otra vez a sufrir, para que voy a entrar en detalles. Seis horas más o menos y aterrizamos en Sídney. Cómputo total de horas de viaje desde que he salido por la puerta de casa: 36. No está mal.

Entrada en el aeropuerto sin problemas, todos los papeles en orden y la maleta aparece tras unos minutos de tensa espera. Luego salgo y veo a varios tipos con los típicos cartelitos en la mano, pero ningún señor Madorrán. Mal asunto. Me quedo esperando como un pringao varios minutos. Empiezo a pensar que esto es el timo de la estampita y que ya estoy tirado en Australia. Pero es una falsa alarma, aparecen un par de tíos que, como el avión se había retrasado, estaban tomando un café. Más vale tarde que nunca, ¿no? La verdad es que ha sido todo un alivio verlos con el cartelito de EF (la escuela donde voy a estudiar). Han empezado a hablar conmigo, pero apenas les pillo la mitad de lo que dicen, aunque basta con asentir de vez en cuando, lanzarles alguna sonrisa y algún que otro “OK” cada poco tiempo y los tíos tan contentos, como si me empapara de lo que me están contando.

Y el caso es que ya estoy en Sídney, lo más lejos de casa que he estado nunca, y más perdido que Belén Esteban en la Academia de la Lengua.

domingo, 5 de junio de 2011

La última cena

Poco más de un día me queda para largarme a las antípodas, y antes de irme quiero agradecer a todos las diferentes despedidas a las que me he visto sometido durante este mes de mayo (ninguna queja por mi parte, ¿eh?. Ojalá todos los meses fueran así)
No me quiero poner ñoño ni nada por el estilo, pero ya sabéis que os voy a echar a todos de menos. Aún así nueve meses no son nada, y antes de que nos demos cuenta ya estaremos celebrando una cena de bienvenida.
Os dejo una imagen de la última cena en Calahorra.
¡Un abrazo a todos!

                                             Toda la peñita al completo