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jueves, 29 de diciembre de 2011

Unas navidades diferentes.

Ya han pasado unos días desde Navidad, y mientras voy recopilando las fotos para hacer la entrada de Nueva Zelanda, el año llega a su fin y la Nochevieja ya es mañana...

Mientras tanto, y como última entrada del año, os voy a contar un poco como han ido estos días de vacaciones en Sydney.

Lo más importante es que -parece- que el verano por fin está aquí, y aunque por las noches refresca un pelín, al menos ha dejado de llover, y durante el día el sol pega con fuerza, así que aún voy a volver moreno y todo, algo impensable hacía tan solo unos días, en que la lluvia no nos daba ni el más leve respiro.

Casi no parecen navidades por aquí, porque, aunque te encuentras a gente andando por la calle con gorros de Papa Noel (literalmente) y las tiendas están decoradas con los típicos árboles y demás parafernalia, lo cierto es que estando en manga corta, y sobre todo en la playa, parece cualquier cosa menos Navidad.

Pero es Navidad, y lo he celebrado como mejor he podido. En Nochebuena por aquí no se hace nada, ni siquiera se celebra, así que la pasé solito en casa (mi compañero curraba, y el amigo de este, que ha venido a visitarle, se había quedado unos días más en New Zealand y volvía al día siguiente) Así que tocó quedarme solo, cocinando una super cena navideña (filetes de pescado congelados con una extraña salsa de cebolla, mostaza y salsa de soja), que al final no estaba tan mal (ya os pasaré la receta a quien le interese) y hablando por el skype con mi madre y mi hermana. Puede parecer un poco deprimente, pero como aquí era una noche normal, pues lo asumí como si fuera un australiano más y se acabó.

Al día siguiente, Navidad, me sorprendió no encontrar ningún regalo en el enorme calcetín que dejé colgado en la puerta. Durante un rato por la mañana estuve esperando la visita del cartero, que puede que trajera los regalos enviados desde España, pero nada de nada... Confío en que todo lo que me habéis mandado llegue para Reyes.

El día de Navidad amaneció pleno de sol. Hacía bastante calor y a la calle tuve que salir con manga corta (y desde ese día hasta ahora el tiempo se ha mantenido así, cruzo los dedos para Nochevieja) Por suerte tenía plan para la comida navideña; un matrimonio español que vive aquí en Sydney (ella es de Calahorra, aunque llevan en Australia la tira de años) y con los que ya había pasado un fin de semana, me invitaron a celebrar la Navidad con ellos y su familia. Así que, ante la perspectiva de comer un buen cabrito asado o quedarme en casa y darle matarile al resto del pescado congelado, no tenía ningún sentido ni planteármelo siquiera (además, la pareja española y su familia son un encanto) Cogí un tren que me llevó hasta Sutherland (a unos 40 minutos al sur de la ciudad), donde vive la hija del matrimonio (la otra hija está viviendo en Calahorra) y el marido y la hija de esta.

La casa era una pequeña mansión situada en una zona residencial, al estilo de la de "Mujeres Desesperadas", con su lago salado y su parque con zona para barbacoa (de la que los australianos son fanáticos) Allí ya me recibieron con un buen platito de jamón, queso y un vino australiano que nada tenía que ver con el que bebemos nosotros antes de salir.

La comida fue una maravilla, y más para alguien que, como yo, llevaba un montón de tiempo sin darse un homenaje semejante. Había cabrito asado, gambas, salmón, calamares, chorizo... Todo ello regado con vino, cerveza y un champán italiano que entraba solo. Además, y dado que el marido de la anfitriona era de ascendencia griega y su madre (nacida en Grecia) estaba presente, degustamos algunos platos de comida griega que, aunque raros, también estaban de muerte. Total, que tras ponerme un plato bien lleno (nos servíamos al estilo buffet), me quedé que casi no podía ni moverme. Pues nada, casi sin tener tiempo para asentar lo comido, la mesa volvió a llenarse, esta vez con postres de todo tipo, australianos, griegos y españoles. Y claro, como tampoco era cuestión de hacerles un feo, pues nada, vuelta otra vez a ponerme como el quico.

Aparte de la comida disfruté mucho con la compañía. Había una mezcla de todo: españoles, griegos y australianos. Entre ellos hablaban en inglés, claro, y aunque no metí mucha baza (era el invitado y además mi inglés no me permite extenderme demasiado), sí que les entendí casi todo (me perdía en las típicas conversaciones en las que todo el mundo hablaba a la vez, pero en esos puntos apuraba un poco más mi copita de vino y tan feliz) Los niños pasaron casi todo el tiempo bañándose en la piscina, así que no resultaron una molestia para la mesa de los adultos (aparte de que todos ellos eran muy majos y no daban guerra, que tampoco eran tan críos...) Luego, tras los cafés y alguna copa, la hija de los anfitriones nos condujo a todos al salón, donde tenía preparado un video familiar.

En este punto debo reconocer que se me pusieron los pelos como escarpias ante la perspectiva de visionar uno de esos videos domésticos infumables que a todos nos ha tocado alguna vez (sobre todo los de las bodas, que todos tememos sobremanera cuando vamos a visitar a los recién casados; y a veces no tan recién casados, que hay quien se empeña en tirar del video de la boda como si fuera una obra maestra del séptimo arte...) Pues bien, no fue para nada como pensaba, resultó que la hija era una artista, y había preparado un video super entretenido que resumía el año 2011 de toda la familia a través de fotos y videos. La verdad es que fue interesante observar todos los acontecimientos importantes de una típica familia australiana.

En resumen, que la comida de Navidad fue muy bien, me puse hasta el ojo de comer, y la familia me trató como uno más, así que salí muy contento de la experiencia. Tras eso volví a coger el tren con destino a Sydney. En casa estaban los dos españoles esperándome (mi compañero y su amigo, que ya había vuelto de New Zealand), porque habíamos quedado con unos franceses para cenar y salir un rato por la noche. Sin embargo el plan se tuvo que posponer hasta el día siguiente, ya que Sydney, la noche de Navidad, era como una ciudad fantasma. En serio, fuimos a dar una vuelta por la noche para cenar algo y no había nadie por la calle, ni siquiera pasaban coches. Me recordó a mi primer mes en el barrio de la abuela.

Acabamos metiéndonos un super bocata navideño de un Subway que tenemos al lado de casa y jugando unas partidas de Risk en el Ipad. Pero no me voy a quejar por ello, porque a pesar de eso nos echamos unas risas, y tras la comida que me había metido al cuerpo tampoco estaba yo para hacer excesos.

El resto de las navidades (hasta ahora) han sido más o menos tranquilas. El día 26 (Boxing Day aquí en Sydney, día festivo) tuvimos fiesta con los franceses, pero tras ser derrotados por los tres mosqueteros españoles en uno de esos juegos que me invento, se retiraron a sus casas antes de salir y fuimos los españoles (como siempre) quienes acabaron de fiesta hasta las tantas. Los demás días de relax, guardando fuerzas para la Nochevieja, que ya la tenemos encima.

Ahora, mientras escribo esto, acabo de volver de una mañana de playa (iba a pillar una tabla de surf, pero las olas eran demasiado intensas y no es cuestión de partirme la espalda), y esta tarde iré a dar una vuelta por la ciudad con el amigo de mi compañero, mientras este se va a trabajar.

Cuando me haya recuperado de la Nochevieja ya os contaré que tal ha ido. Espero que bien, porque los sitios que tenemos reservados (aunque nos han costado una pasta) son perfectos para vivir la última noche del año en Sydney desde un lugar privilegiado.

Espero que todo el mundo tenga una gran Nochevieja.

¡La siguiente entrada en el 2012!

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Un pequeño lavado de cara

Hacía tiempo que llevaba dándole vueltas a la idea de cambiar ligeramente el diseño del blog. Lo cierto es que el fondo verde me empezaba a cansar un poco, y es por eso que he decidido modificarlo para hacerlo un pelín más atractivo.

Mis dotes informáticas son bastante escasas, así que me he limitado a cambiar algunas opciones que vienen en el editor hasta dar con un aspecto visual que me gustara un poco más.

Bueno, no creo que vaya a realizar más cambios. Si alguien ve algún error o cree que el nuevo formato es más incómodo de leer, que lo ponga en los comentarios... o que lo escriba directamente en un rollo de papel higiénico, por que para el caso que le voy a hacer, ja, ja, ja.

No, en serio, si hay algo que creáis que sería bueno cambiar decídmelo e intentaré mejorarlo.

Pronto una nueva entrada...

jueves, 22 de diciembre de 2011

Merry Christmas!

Siento que haya pasado tanto tiempo desde la última entrada, pero con el viaje a New Zealand y la mudanza (sí, me he vuelto a mudar, otra vez), he estado un poco liado. Pero ya estoy de vuelta. Prometo hacer una entrada con el viaje neozelandés cuando disponga de las fotos (que me tienen que pasar la gente que vino conmigo; yo es que ni siquiera me llevé la cámara... sí, ya lo sé, soy un desastre)

Bien, a lo que iba...

¡¡¡Féliz Navidad a todo el mundo!!!



Espero que todos paséis unos días estupendos junto a la familia y los amigos. Yo por mi parte intentaré disfrutar todo lo posible por estas tierras, en las que el verano ya debería haber hecho acto de presencia, pero que continúa resistiéndose a llegar (la temperatura no está mal, pero llueve cada dos por tres y el clima está más próximo a una primavera normalita que al verano que todos conocemos)

Quiero agradecer a todo el mundo el tiempo que habéis invertido en el blog, ya sea para leer las entradas o para poner algún comentario. Esto va tanto a amigos y familiares como a otros que no conozco y que se han dejado caer por aquí. Gracias a todos por estar ahí. Este pequeño blog me ha sido, aparte de un sitio en el que contar mis aventurillas australes, un trozo del pueblo al que acercarme de vez en cuando para estar en contacto con la gente que me importa.

Bueno, que no me quiero poner nostálgico a estas alturas, solo quería dejar constancia por escrito de lo que siento, nada más.

Lo dicho, disfrutad a tope de estas fechas. Que al menos os sirvan para olvidar durante unos días la mierda de la crísis y otros rollos similares. Me gustaría estar con vosotros, para que nos vamos a engañar, pero estaré bien por aquí, además, en unos meses ya me tendréis otra vez de vuelta, así que nos veremos en breve.


Por cierto, tal como he comentado al principio, me he vuelto a mudar. Ahora estoy viviendo con Alex, el compañero español de clase. Tenemos un pisito para nosotros solos en Bondi Junction, lo más cerca posible de la playa (Bondi Beach) desde la última parada del tren.

De momento todo genial, a ver si hay suerte y entra de una vez el verano para poder ir a la playita y seguir practicando el surf, del que al final acabaré convirtiéndome en todo un experto, ja, ja, ja.

Os dejo un enlace por si queréis ver mi nueva ubicación:


http://maps.google.es/maps?hl=es&q=2/176+Ebley+Street+Bondi+Junction+2022+Sydney&gs_upl=1603l9202l1l10146l26l26l0l0l0l0l323l6258l0.6.16.4l26l0&bav=on.2,or.r_gc.r_pw.,cf.osb&biw=1280&bih=635&um=1&ie=UTF-8&hq=&hnear=0x6b12adf3981fbe83:0x9d36850e9863b676,2/176+Ebley+St,+Bondi+Junction+NSW+2022,+Australia&gl=es&ei=SwD0TqHFJsWaiAeaztTCAQ&sa=X&oi=geocode_result&ct=title&resnum=1&ved=0CB4Q8gEwAA


Si ponéis el Street View y os colocáis frente a la casa, las tres ventanas que hacen esquina en el primer piso son las de mi habitación.

¡ESPERO QUE ALGUIEN DE LOS QUE LEEN ESTE BLOG LE HAYA TOCADO LA LOTERÍA!
Sí es así, se aceptan donativos. No quiero presionar, pero hay ciertos amigos de Valladolid que me mandaron una botellita de ginebra y un cómic por correo. Ahora que sabéis mi nueva dirección podéis hacer algo semejante (solo si os apetece, je, je)

¡Imploro el espíritu navideño!

martes, 13 de diciembre de 2011

Kevin Spacey

Antes de marcharme a tierras neozelandesas voy a dejar una última (y pequeña) entrada hasta que pueda retomar el blog a mi regreso.

Ya sé que le rollo cultural aburre a gran parte de los lectores del blog, pero no puedo dejar de comentar que el pasado domingo estuve en el teatro, viendo un pedazo de drama de Shakespeare: Ricardo III (hay queda eso)

El motivo de que me arrastrara hasta esta obra, que por supuesto tuve que aguantar in English, fue que el actor principal (que hacía de Richard III) era Kevin Spacey. Supongo que todo el mundo lo conocerá, pero si no es el caso aquí os dejo una foto:


Es un actor muy conocido, que ha actuado en docenas de películas, como Sospechosos habituales, American beauty, Seven... La verdad es que, cuando vi meses atrás que venía para Sydney, tuve claro que quería ir a verlo, aunque no me enterara de nada, tal como pasó.

El director es también conocido en Hollywood, y suyas son películas tan conocidas como American beauty o Camino a la perdición.


la verdad es que como experiencia fue irrepetible, aunque hubiera preferido un texto más sencillo que el inglés clásico de Shakespeare, que si ya es jodido en castellano, en inglés es prácticamente imposible (al menos para alguien de mi nivel) Por suerte ya me lo esperaba, así que me leí unos días antes un PDF de la obra, para ir preparado, y menos mal que lo hice, porque de verdad que era muy complicado hilar un par de frases seguidas.

Por otra parte la actuación de Kevin Spacey fue perfecta (aún no entendiendo lo que decía, te hacía sentir la fuerza del personaje), y la escenografía, aunque sencilla, también era espectacular. Con la sola utilización de diversos efectos luminosos te hacía transportarte a diferentes escenarios, aún siendo siempre el mismo.

La verdad es que gocé como un enano, lástima de no entender bien el inglés, porque si no la experiencia hubiera sido redonda.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Le llaman Luisito

Antes de que os pongáis a leer esta entrada, es de obligado cumplimiento hacerlo escuchando esta canción:


Eso está mejor. Comenzamos...

Como la mayoría de los que leéis este blog ya sabréis, hace un par de días me líe la manta a la cabeza y, aprovechando que Oscar estaba por aquí, nos decidimos a pasar dos días en un campamento surfero.

La tarde del miércoles, cuando el bus venía a recogernos (el campamento está en una playa del norte, a más de tres horas de la ciudad), estaba lloviendo en Sydney (algo, por otra parte, de lo más habitual del mundo por estos lares) Total, que la cosa no pintaba demasiado bien, ya nos veíamos surfeando bajo la lluvia y pasando un frío del carajo.

La furgoneta llegó (sí, no era un bus como habíamos pensando, pero como éramos 6 en total tampoco pasaba nada) El instructor que se iba a hacer cargo de nosotros era el que conducía, un tío bastante majo con esa filosofía surfista a lo relax, no me agobies y ese rollo. Junto con los dos de Calahorra venían un par de noruegos, un inglés y un irlandés. Total, que a las 7.30 de la tarde dejamos atrás Sydney y su eterna lluvia.

Y antes de que hubieran pasado diez minutos los noruegos echaron mano del maletero y sacaron una cerveza para cada uno. "Cheers!" por el viaje, todos a brindar, y ¡hala!, ya nos habíamos metido la primera cerveza, sin siquiera cruzar el puente de Sydney. Poco después parada técnica en una licorería y a comprar más combustible para el camino. Al final, con la tontería, nos metimos 7 cervezas al cuerpo sin sentido ninguno, porque llegamos al campamento cerca de la 1 de la madrugada y fuimos directos a la cama, ya que al día siguiente tocaba madrugar a las 7.30. De verdad que la obsesión de estos europeos por beber cerveza a la mínima oportunidad no termino de entenderla, pero bueno, ya estábamos metidos de lleno en el espíritu surfero, así que los de Calahorra no íbamos a ser menos.

Por cierto, cuando llegamos al campamento seguía lloviendo, no había parado en las 5 horitas que nos tiramos de camino. Sí, ya sé que os he contado que estaba a unas tres horas, pero conducir de noche, lloviendo y haciendo paradas técnicas para comprar comida, bebida y mear, pues como que es imposible cumplir con el horario establecido.

Así que al día siguiente nos levantamos a la citada hora y... seguía lloviendo. Mal empezábamos, pero ya que estábamos allí no nos quedaba otra que dejarnos el pellejo en la playa, hiciera el tiempo que hiciese.

Tras un buen desayuno seleccionamos los trajes de neopreno y las tablas que íbamos a utilizar en nuestra primera incursión contra las olas. La lluvia comenzaba a ceder, y parecía que íbamos a disponer de una pequeña tregua al fin y al cabo. Volvimos a montarnos en la furgo y nos fuimos a una playa que estaba a una media hora de donde nos encontrábamos (había dos playas a escasos metros del campamento, pero las dejamos para el día siguiente)

Para cuando llegamos al emplazamiento, la lluvia se había detenido, y el sol asomaba entre las nubes grises que se iban difuminando en el cielo. Al final íbamos a disfrutar de un día de playa como es debido.

Lo primero que hicimos fue calzarnos el traje de neopreno, y con una pinta de profesionales del surf digna de foto de revista, agarramos las tablas y las llevamos a la playa. Aquí debo hacer una pequeña descripción de la tabla, porque hay varios tipos, y para los principiantes la ideal es la más grande todas, que viene a ser unos dos metros y medio más o menos. Bueno, pues el primer sufrimiento del día fue arrastrar las tablas, que aunque no pesaban demasiado, eran incómodas de llevar (y no te digo nada a la vuelta, tras cuatro horas destrozándonos el cuerpo en el mar)

Total, que ya estábamos en la playa, con el neopreno y las tablas, dispuestos a afrontar un largo día de surf. El sol ya brillaba en lo alto y calentaba con fuerza, las olas rompían contra la playa de forma constante, y nosotros, ilusos, estábamos impacientes por comenzar de una vez.

Pero lo primero era lo primero, un poco de teoría elemental, tan solo unos pasos básicos para que no te vieras vendido cuando te aventurases en el mar. No voy a relatar aquí en que consisten esos pasos, pero apenas son tres y son lo más sencillo del mundo... cuando los estás practicando sobre la superficie estable de la arena, en el agua es otra historia...

Calculo que a estas alturas la cancioncilla de marras estará a punto de terminar, por lo que para la siguiente parte de la historia, en la que ya me meto de lleno a detallar la experiencia de surcar las olas, os dejo este enlace para continuar con la banda sonora:


Bien, continuemos...

Total, que con la teoría en nuestras cabezas, nos lanzamos de lleno a la aventura.
Cuando ves a un surfista lanzarse al agua y empezar a bracear para alejarse un poco de la orilla y llegar a una posición desde la cual poder pillar buenas olas, la cosa parece sencilla. Pues bien, no lo es.



Imagínate arrastrando la tabla (recordemos, casi dos metros y medio) como medianamente puedes, agarrada por un extremo a tu tobillo, mientras las olas te van machacando una tras otra sin tregua. Las primeras son fáciles de salvar, porque el agua aún no te llega a las rodillas y con un simple salto o la propia fuerza de tu cuerpo las capeas sin problemas. El tema viene cuando el agua te llega ya por la cintura, es entonces cuando las olas comienzan a envestir de verdad, sin contemplaciones. Tú intentas dar saltitos para salvarlas, pero la cosa no es tan fácil, porque la mayoría de ellas te sobrepasan de largo, así que no puedes hacer otra cosa que encomendarte a los santos, agarrar bien la tabla y cerrar la boca para no tragar agua como un buzón de correos. Al principio no era tan malo, porque aún me veía con fuerzas para aguantar el tirón, pero a medida que el tiempo pasaba, y que el mar me iba machacando pero bien (de verdad que en muchas ocasiones era como si me estuvieran dando tortazos en la cara), la resistencia empezaba a flaquear, y muchas veces veía una ola que se me echaba encima y lo único que podía soltar era un buen mecagüen... antes de empezar a dar vueltas como una centrifugadora. Y eso cuando la fuerza del envite no se me llevaba la tabla a tomar por culo y me veía arrastrado detrás de ella (recordemos que estás sujeto por el tobillo) Pero si el primer día fue patético, el segundo ya entra en los anales del ridículo, porque fuimos a la playa cercana al campamento, y en esta las olas sí que eran cañeras; si a eso le sumas la reventada que llevábamos encima del día anterior, pues apaga y vámonos. En este segundo día fue prácticamente imposible alcanzar el punto clave. Recuerdo que estábamos Oscar y yo viendo al inglés intentando llegar y nos partíamos la caja, porque el pobre hombre llevaba diez minutos intentando avanzar y no se había movido del sitio. Claro que a mí tampoco me fue mucho mejor, porque no hice más que tragar agua, recibir hostias y dar vueltas sobre mí mismo (y lo más triste es que estás a punto de ahogarte en un sitio que no te cubre ni las rodillas) Este segundo día me retiré cuando un par de olas me machacaron vivo, arrastrándome literalmente a la orilla, donde me quedé derrotado unos minutos en los que tomé consciencia de que el surf no es lo mío (al menos en este primer enfrentamiento)

Pero no todo fue un fracaso, porque aún logré llegar al punto necesario para empezar a surfear unas cuantas veces, y aquí es donde empieza lo bueno. Una vez has llegado te tumbas en la tabla y esperas a que venga una buena ola, para empezar a bracear en su misma dirección y, cuando estás sobre ella, realizar los pasos pertinentes para colocarte sobre la tabla y empezar a surfear. Pues bueno, solo lo conseguí un par de veces, el resto fue una sucesión de caídas lamentables dignas de videos de primera.  Recuerdo una vez que estaba sobre la ola y empecé a hacer los pasos, pero me hice la picha un lío y acabé apoyando el pie derecho directamente en el mar, con lo cual, zambullida en la ola y a hacer la centrifugadora. En otra ocasión estaba en la misma situación, con una pedazo de ola que me estaba llevando a toda leche hacia la orilla, y cuando me iba a poner de pie, va la tabla y empieza a irse en picado hacia el fondo de la ola; resultado, la tabla se quedó vertical, la ola le metió una buena leche hacia adelante y yo me vi arrastrado por la tabla a la vez que seguía haciendo la centrifugadora.

El resultado final fue lograr ponerme un par de veces de pie sobre la tabla (un segundo como mucho cada una de ellas) y acabar con todos los músculos del cuerpo completamente destrozados; vamos, que al día siguiente no podía mover ni el pelo de la ceja. Recuerdo el segundo día, que para intentar llegar al punto clave había que nadar sobre la tabla, y yo ya no tenía fuerzas en los brazos para ello, con lo que nadaba al estilo perro, con el resultado de que una ola me mandó a tomar por culo. Lo mismo me pasó una vez que había logrado pillar una ola, pero que no tuve fuerzas para ponerme de pie, con el mismo resultado.

A Oscar le fue bastante mejor, y aunque también andaba un poco tocado, logró cabalgar varias olas durante varios segundos.

La verdad es que sales machacado, sobre todo cuando no tienes ni idea, pero te echas unas buenas risas y es muy divertido (al menos la dos primeras horas, luego tan solo desearías que un tiburón acabara con tu sufrimiento)

Se puede decir que esta primera batalla la han ganado las olas, pero la guerra aún no ha terminado, si tengo oportunidad alquilaré un equipo en una playa de Sydney y volveré a intentarlo, ya os contaré que tal la segunda vez....

Por cierto, os dejo el enlace del sitio donde estuvimos, por si queréis echarle un vistazo:

http://www.wavessurfschool.com.au/

martes, 6 de diciembre de 2011

Un examen, algunos aborígenes y la policía.

Hacía tiempo que no me pasaba una de las mías, y ya pensaba que estos tres meses que me quedan por aquí iban a pasar con relativa calma, pero está claro que tengo un imán para ciertas situaciones absurdas (sobre todo a altas horas de la madrugada) en las que, por otro lado, tengo que agradecer que la historia se quede en poco más que una anécdota divertida con la que echarnos unas risas. Pues bien, ayer me pasó una de esas (tampoco esperéis algo a lo Tarantino, que no se trata de eso, de momento...)

Como todo el mundo que es más o menos asiduo del blog sabrá, ayer tuve mi examen de FCE (First Certificate in English) Sobre este particular, lo primero que debo decir es que es el examen más largo que he hecho en mi vida (empezábamos a las 8 con el chequeo del DNI y terminábamos a las 14.30 con un dolor de cabeza considerable) De todos es sabido que mi faceta de estudiante no ha sido explotada como debería, y que en mis años de FP le dedicaba más tiempo a la barra del bar del instituto que a otra cosa (algo de lo que siempre me arrepentiré, más que nada porque no solo estaba esa barra, sino que existían muchas otras que no exploré en su justa medida); lo que intento decir es que para alguien como yo, que pisó la universidad solo para unirse a las fiestas que sus amigos estudiantes (esto es un perfecto eufemismo) hacían, un examen de este calibre era algo nuevo.

La convocatoria tenía lugar en la Universidad de Nueva Gales del Sur (un complejo de edificios casi más grande que Calahorra), en una sala inmensa, que más parecía la nave central de una iglesia que el aúla de toda la vida. Estábamos cerca de 200 personas (el 80% asiáticos; bueno, vale, no sé si el 80, el 70 o el 67, solo trataba de mostrar una referencia para que os hicierais una idea) Total, que el examen constaba de 4 partes: reading, writing, use of English & listening (la quinta, speaking, ya la habíamos resuelto -con más o menos gloria- hacía una semana más o menos)

Una cosa que me resultó chocante es que, tras haber chequeado nuestras identificaciones al principio, los cansinos de los examinadores volvían a hacerlo una vez más al principio de cada una de las pruebas, para un total de 5 identificaciones antes de acabar el examen. De verdad, ni que estuviéramos en Guantanamo.

Con el reading creo que no me fue demasiado mal, aunque al final tuve que elegir tres respuestas al tun-tun porque me había quedado sin tiempo. Esta parte consiste en tres lecturas en las que tienes que hacer una comprensión de lo que lees para luego hallar las respuestas correctas. En principio no parece algo complicado (en el último examen de prueba saqué un 91%), pero con la mierda del tiempo límite (una hora), te encuentras con que, de repente, el examinador jefe (no sé que nombre "oficial" recibe), te suelta por el micrófono que te quedan 10 minutos, y entonces estás jodido, porque ya no hay manera de concentrarse, y esos últimos 10 minutos son como una lenta agonía antes del final, porque lo que no hayas hecho para entonces, olvídate de hacerlo en ese tiempo de descuento.

La siguiente parte fue el writing, una hora y veinte minutos para hacer un par de escritos con unos temas que te proponen en el examen. El primero nos tocó un mail informal a un colega de Inglaterra, para organizar un viaje a un Festival de música que se celebra en su país. En principio algo sencillo, porque se trata de utilizar un lenguaje coloquial, que siempre es más fácil que la típica carta formal. Para la segunda parte teníamos que elegir entre cuatro opciones, pero yo me lancé enseguida a la Story, que encuentro la parte más sencilla de todos los writing, ya que cuando te inventas una historia puedes hacerlo con el lenguaje que creas oportuno, así que no tienes restricciones a la hora de meter las frases que quieras. La historia debía empezar con un hombre que sube unas escaleras y llama a la puerta de un edificio. Pues bien, algo tan sencillo como eso, derivó, en mi mente un poco friki, en una historia de fantasmas que tuve que cortar en su punto álgido, más que nada porque ya me había pasado unas 10 palabras de lo permitido.

Después llegó el "Use of English", que viene a ser gramática pura y dura. 45 minutos de auténtico dolor solo comparable a los más retorcidos artefactos de la Sagrada Inquisición. Esta es, con creces, la parte que peor llevaba de todas, aunque al final salí más contento de lo esperado, y con un cierto optimismo (vamos, que habré sacado, como mucho, un 50% en esta parte)

Y ya para finalizar, tras el enésimo chequeo del pasaporte (la verdad es que a estas alturas todos teníamos el rostro un tanto cambiado a causa del infierno por el que estábamos pasando, así que si el examinador se hubiera molestado en comprobar la foto, la mitad de nosotros hubiésemos ido a la calle por impostores) Bueno, que pierdo el hilo... Eso, que para remate final teníamos el listening, 40 minutos en los que teníamos que permanecer atentos a una grabación para dilucidar que narices estaban diciendo. La verdad es que fue un poco jodido, sobre todo por parte de alguno de los actores, que acento irlandés y escocés (a los que solo puedes entender si tienes un grado considerable de alcoholismo en el cuerpo) Con deciros que en una de las respuestas escribí "New Zealand" (aún sabiendo que no podía ser eso ni de coña) y que lo que el pavo había dicho era "Museum"... Vale, viéndolo así escrito puedes decir que no se parecen en nada, pero las pronunciaciones son bastante similares...

Pues nada, al final me he quitado de encima el puñetero examen. Lo malo es que los resultados no los tendré hasta el próximo 26 de enero (menuda currada, y luego dicen que los españoles no trabajamos...) Y en cuanto a mis impresiones sobre el resultado, la verdad es que no sé que decir, creo que ando hay, en la media, donde lo mismo apruebo que suspendo. Habrá que esperar a finales de enero...

Tras el examen me fui a tomar unas cervezas con los compañeros de clase, de los cuales la mitad de ellos se marchaban a sus respectivos países (joder, este mes se está convirtiendo en el de las despedidas), pero no me quedé demasiado rato, porque, como ya he comentado en la anterior entrada, mi amigo Oscar de Calahorra está por aquí, y también me apetecía estar con él (y olvidarme del puñetero inglés por un rato)

El caso es que quedé con él para tomar unas cervezas (si, ya lo sé, pero realmente necesitaba beber algo para relajar la presión del examen, recordad que el estudio, para mi, está estrechamente ligado con las barras de bar, por los motivos que he expresado arriba) Pues eso, que estábamos Oscar y yo tomándonos unas cervecitas y cenando un buen trozo de carne tranquilamente, cuando unos compañeros del hostel donde duerme Oscar, lo llamaron para quedar con nosotros a tomar algo. Es fue alrededor de las 9 de la noche, y los jodidos de ellos aparecieron a las 11, para que luego hablen de la puntualidad española (en serio, esto sería tema para otra entrada, pero al final, todo lo que los demás países despotrican de España, que si la siesta, las fiestas, que si no trabajamos... bueno, pues podríamos desmontar todos esos mitos uno a uno sin ningún problema, poque me da a mí que, más allá de nuestras fronteras, la peña se rasca los huevos -y perdón por la expresión- mucho más de lo que nosotros suponemos o ellos están dispuestos a admitir)

Pues al final los colegas de Oscar llegaron: dos canadienses (una chica y un chico), una holandesa y un francés. Venían con ganas de fiesta, así que nos fuimos a los "Three Monkeys", un garito que quedaba cerca en el que había música en directo (y con ello quiero decir música de verdad, rock&roll y algo de pop de los noventa, y no la puta mierda que me tengo que tragar cada noche cuando salgo por aquí: música dance infumable que suena toda igual y que el único beneficio que yo le encuentro es que puede ser usada, sin ningún problema, como método de tortura) Lo siento, pero es que tenía que decir esto o reventaba.

El concierto estuvo bastante bien. Los amigos de Oscar no pararon de bailar (patéticamente, todo hay que decirlo) y beber cerveza como si les fuera la vida en ello. Al final se me fue la hora, entre otras cosas porque estaba disfrutando de la música, y cuando el concierto acabó eran casi la 1.30 de la madrugada. Mal asunto, porque los trenes chapan a eso de las 12, y no tenía ni pajolera idea de qué autobús pillar para llegar  a casa. Total, que hice mutis por el foro, y sali del garito, dispuesto a caminar un rato para llegar hasta mi cama (hay que tener en cuenta que me había despertado a las 5 de la mañana, y que ya estaba un poco reventado por el día que había llevado)

Salí a la calle y comencé a caminar, y aquí es donde las cosas se torcieron un poco...

Mi sentido de la orientación no es malo, lo que pasa es que tiendo a coger el camino más largo para llegar a un punto concreto. Cuando salí del pub pillé la calle para abajo, pensando que me llevaría directo hacia Alexandria, donde vivo. Mi error de cálculo fue que, en algún momento del recorrido, tenía que haberme escorado un pelín a la izquierda. Bueno, pues no lo hice, yo todo para alante, con un par... Hasta que llegué a una carretera nacional que me sacaba de la ciudad. Allí tuve que recular un poco, y tras atravesar un parque que más parecía un bosque, acabé en una barriada que tenía bastante mala pinta. Imaginaos esas mansiones de Beverly Hills con sus grandes avenidas y sus coches de lujo aparcados en la calle. Bien, pues ahora fijaos en el jardín de esas opulentas mansiones, y en el sudamericano que se está deslomando para que el césped luzca perfecto. Pues bien, si seguimos a ese jardinero hasta su casa en las afueras de la ciudad, veremos un barrio que, tras añadirle un toque de mugre, podría servir como descripción de la barriada en la que acabé.

Renferd, donde está Alexandria, es conocido por ser el lugar de Sydney donde viven la mayoría de aborígenes. Hasta el momento no me había tocado ver a casi ninguno de ellos, sobre todo porque Alexandria está un tanto apartada del barrio donde viven. Pero el caso es que ayer, no sé muy bien como, mis pasos me llevaron hasta ese lugar. Tal como he dicho, las casas se asemejaban más a chabolas, la iluminación era un bien escaso, y en la calle se veían grupos de aborígenes, sentados a las puertas de sus casas, poniéndose dobladitos de cerveza (sí, está etnia es conocida aquí en Australia por su afición desmedida por las bebidas espirituosas) Total, que yo ya estaba reventado por la caminata, y lo único que quería era llegar a mi cama y sobar como unas 200 horas, así que, cuando vi a un grupo de 4 aborígenes bebiendo cervezas alegremente, me acerqué a ellos para preguntarles donde narices estaba y cómo cojones podía llegara a Alexandria.

Al principio los aborígenes me miraron un tanto confusos, como preguntándose de donde narices había salido yo, pero luego (supongo que movidos por su estado etílico) me ofrecieron una cerveza para que le echara un trago. Yo rehusé amablemente esta desmedida muestra de solidaridad, y volví a preguntarles por la dirección. Aquí tuve un pequeño problema, porque entender a un aborigen borracho requiere un nivel de inglés que solo los grandes catedráticos de Oxford poseen (y eso cuando van mamaos) Así que allí estaba yo, intentando dilucidar que me estaba contando esa amable gente, cuando de repente apareció un coche de la policía.

Teníais que haber visto como los aborígenes, que hasta hace un instante estaban medio tirados en unos cochambrosos sofás enfrente de sus casas, se pusieron de pie como si tuvieran un muelle en el culo y empezaron a correr de un lado a otro, dejándome allí, con la palabra en la boca, y más flipao que un japonés en un foto matón. Total, que la policía pilló a un par de ellos (la verdad es que eran un poco abuelos y no tuvieron muchas oportunidades) y empezaron a cachearlos contra el coche. Yo me quedé quieto, esperando que no se hubieran percatado de mi presencia, pero claro, un español entre esa cuadrilla, cantaba más que el alerón de Camacho, por lo que uno de los policías vino hacia mí para preguntarme qué leches hacía yo en ese barrio de mala muerte (al menos supuse que esas eran sus palabras...) Tras una identificación positiva (menos mal que llevaba el carnet... ahora que lo pienso ayer fue el día en que todo el mundo chequeaba mis documentos oficiales), el policía me indicó donde quedaba Alexandria y me mando con viento fresco fuera de ese barrio. Cuando me marchaba vi que metían a los dos abuelos en el coche patrulla, por lo que, cual mujer de Lot, decidí no volver la vista atrás.

Al final logré llegar a mi ansiada casa, más de una hora y media después de haber salido del pub, completamente reventado, pero contento, porque había hecho nuevos amigos entre los aborígenes.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Melbourne, again

Antes de ponerme con la entrada, me gustaría decir algo a todos aquellos que expresan sus opiniones a través de los comentarios (lo cual agradezco infinitamente, porque sin ellos este blog sería bastante soso, y además me suelo reír mucho cuando los leo) El otro día leí un comentario de "anónimo" en el que decía a otro comentarista (no sé si esta es la palabra adecuada, pero bueno) que este es un blog para amigos y familiares, y solamente para ellos. Si bien es cierto que la idea original era mantener a todos los conocidos al tanto de mis aventurillas en Australia, también es verdad que, dado que se trata de un blog, está abierto a cualquiera que quiera pasarse por aquí y expresar su opinión, sea esta favorable o no. Lo que quiero decir es que, por mi parte, no voy a andar borrando comentarios porque los pueda considerar más o menos ofensivos (y os puedo asegurar que ninguno de los expresados hasta ahora lo han sido para mi, ni de lejos), y por lo tanto espero que la gente sea respetuosa con lo que los demás dicen, estén o no de acuerdo con ellos. Este es un blog de buen rollo, y no quisiera que hubiera enfrentamientos entre sus miembros por expresar diferentes puntos de vista. Como diría Clint Eastwood en "El Novato": <Las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene uno> Dicho lo cual, espero que nadie se moleste por este breve comentario.


Bueno, dejando de lado el tema de los comentarios, me gustaría retomar cierta promesa que hice unos meses atrás, cuando comenté que colgaría alguna de las fotos de mi viaje a Melbourne cuando las consiguiera. Pues bien, al final he logrado que Bowen me pasara las fotos (casi un centenar de ellas, y solo me ha dado una pequeña parte de las que hizo) y, tal como dije, os dejo alguna de ellas para ilustrar aquella entrada escrita unos meses atrás.

Por cierto, Oscar de Calahorra ya está aquí conmigo (llegó el 1 de diciembre) y parece que nos vamos a animar a hacer surf, así que ya os contaré que tal nos ha ido cuando vuelva (son dos días en un "Surf Camp" al norte de Sydney) Sin querer emocionarme demasiado, todo indica que este que suscribe se va a convertir en el próximo Bodhi.

Paso a mostraos las fotos, que siempre tiendo a enrollarme más de la cuenta:

Nada más llegar, en la habitación del Hostel. "Fucking" Michael
a la izquierda, Bowen a la derecha y yo mismo.

Vista nocturna de la estación central de Melbourne.

Consultando los carteles informativos.

Jurassic Park.

De cervezas por la ciudad. El asiático sentado
a mi lado era un compañero de habitación...
No acabó demasiado bien.

Nuestro pedazo de buga alquilado con el que
nos aventuramos por las carreteras australianas.

Dando lecciones de conducir a mis compañeros.

La típica foto chorra en la playa.

"Fish and chips". Con diferencia el peor pescado que he
probado en toda mi vida.

Al fondo "Los Doce Apóstoles" de los que os hablé
varias entradas atrás.

Una vista de los "Doce Apóstoles" sin nuestros caretos
jodiendo la foto.

Michael al volante... Aquí hubo algún momento en el que
temimos por nuestras vidas. Por cierto, nos pusieron
una multa por exceso de velocidad, me llegó
a mi dirección de casa... ¡en Calahorra!

Una superpaella después del viaje
(me salió como el culo)

El del sombrero es un neozelandés que se unió
a la fiesta posterior... ¡menudo crack!

Un edifico raro de la ciudad.

Más de lo mismo.

Melbourne vista desde la orilla del río.

The cathedral by night.

Michael flipando con el kanguro. Y el pobre
animal flipando a su vez con el alemán.

Intentando comunicarme con un koala.

Amigüitos para siempre...