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martes, 29 de noviembre de 2011

Quien lo iba a decir

Siento haber tardado más de lo acostumbrado en escribir la entrada del blog, pero es que estos últimos días ando bastante liado con el tema de mi examen del First Certificate, y la verdad es que apenas me queda tiempo para otras cosas. Ya sé que muchos os tomáreis un poco a coña mis palabras, al fin y al cabo, los que fuisteis conmigo a clase sabéis que el estudio no era uno de mis fuertes. Pero esta vez me lo he intentado tomar lo más en serio posible, y aunque bien es cierto que no me mato a estudiar, también es verdad que me lo estoy currando mucho más de lo que yo mismo hubiera pensado en un principio.

La semana pasada tuvimos otro examen de prueba (ha sido el último, mañana tengo el Speaking real y el martes de la próxima semana el resto), y lo cierto es que las cosas me fueron mucho mejor de lo que imaginaba. No sé si os hablé del resultado del primer examen de prueba, que hice hace unas cuantas semanas, pero si no lo hice os recuerdo que saqué un 61% (se necesita un 60% para pasarlo, así que habría aprovado por los pelos, ¡y sin copiar!) Pues bien, en el último examen he sacado un 75%, todo un avance con respecto al anterior. Os puedo asegurar que yo fui el primero ne quedarme flipado, sobre todo con los resultados en Speaking (80%) y Reading (91%); en el primero logré el segundo mejor resultado de la clase, y con el segundo me quedé en primera posición. Todo esto es nuevo, y un poco raro para mi, acostumbrado a todo lo contrario en mis años golfos de la FP. Ahora tengo encima la presión de ser el segundo de la clase (la primera es una chica de Suiza que ha sacado un 82%, imposible alcanzarla), y lo peor de todo, es que, una vez visto el resultado, tengo posibilidades reales de aprobar el examen, lo que por un lado es bueno, pero por otro te crea cierta presión, ya que suspenderlo ahora sería un poco decepcionante. En cualquier caso, aunque no apruebe el examen, eso no quiere decir que los conocimientos necesarios para pasarlo no los tenga, lo que ocurre es que hay un cierto factor suerte que puede influir en el resultado final, y por el cual no estoy completamente convencido de que vaya a aprobarlo después de todo.

Por lo demás, las cosas siguen tranquilas por aquí. El Segundo Diluvio Universal parece constatarse como un hecho, ya que la semana pasada no dejó de llover desde el lunes por la tarde, y tuve que echar mano del paraguas (cuyo precio he rentabilizado con creces) y volver a sacar la cazadora del fondo del armario. Ese día de playa del que os hablé en la anterior entrada tan solo fue un espejismo, y aunque mientras escribo esto el sol brilla con fuerza, también es cierto que se vislumbran unas nubes grises en la lejanía que se acercan hacia la ciudad dispuestas a descargar unos cuantos miles de litros de agua más sobre nuestras cabezas. ¿Soy yo solo, o vosotros también pensabais que este era un país afectado por la sequía? Y que me decís del verano, ¿de verdad voy a poder disfrutar de algún día realmente veraniego antes de volver a casa? De momento el bañador sigue oculto en lo más recóndito de uno de los cajones del armario. Antes me tocará coger el paraguas una docena de veces que echar mano de él. Os juro que el otro día vi un grupo de setas que habían crecido en un parque público.

Pero tampoco quiero quejarme, dentro de una semana al fin me veré libre de la presión del examen, diciembre habrá llegado y mi viaje a Nueva Zelanda estará aún más cerca.

Esta semana es una semana de despedidas, porque hay mucha gente de mi academia que regresa a sus países después de varios meses en Sydney (unas 80 personas). Entre ellos está Michael, el "Fucking German", como lo llamamos por aquí. Hay que joderse, pero voy a echar de menos al chaval. Ver que todo esto se acaba para él me hace pensar que en un par de meses yo me voy a encontrar en su misma situación, y la verdad es que se me hace raro, pero bueno, intentaré disfrutar al máximo del tiempo que me queda.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Un breve resumen de la semana

Dejando aparte polémicas suscitadas por el interés (o la indiferencia) de la anterior entrada, y algunos comentarios que serán premiados con la manopla de Papa Noel en la cara de más de uno estas Navidades, paso a relatar lo acontecido durante esta semana aquí en Sydney.

Como ya he comentado (o creo haberlo hecho, no me acuerdo) ahora ando un poco liado con todo el tema del futuro examen para intentar conseguir el First Certificate in English (que puede sonar muy pomposo, pero que al final no deja de ser tan solo un certificado para un nivel medio de inglés) La verdad es que paso mucho tiempo sentado en el escritorio de mi habitación (o en la mesa del jardín, cuando la omnipresente lluvia de este país me lo permite) haciendo eternos homework e intentando asimilar los conceptos gramaticales del idioma, que son, cuanto menos, un tanto subjetivos (no hay ninguna regla inamovible, y todo esta sujeto a excepciones y variables que, en mi humilde opinión, creo que se fueron inventando por el camino) El caso es que ya va quedando menos para la fecha del test (el próximo 6 de diciembre), y tengo unas ganas locas de acabar con este infiernillo y volver a las relajadas clases de General English. No tengo muchas esperanzas de pasar el examen, la verdad, aunque en el test de prueba que hicimos hace unas semanas saqué un 61% (se necesita un 60% para conseguir el título), lo cual no quiere decir mucho, porque hay un alto factor de suerte que influye demasiado en el resultado final.

Pero no quiero aburriros con todo este rollo de los estudios; prometo limitarme a deciros que tal me fue el examen (una vez lo haya hecho) y el resultado del mismo cuando me lo den (que será para mediados de enero del próximo año, más o menos)

A lo que iba. Esta entrada, a falta e noticias más relevantes que contar, es para relatar un poco las cosas que he hecho esta semana, que sin que sean demasiado interesantes, al menos os servirán para haceos una idea de como transcurre mi día a día en la ciudad.

Empecé la semanita con mi primera multa australiana. Había llegado a mi casa de Calahorra una carta desde Melbourne en la que me remitían un "regalito" por exceso de velocidad (110km/h sobre los 100km/h permitidos) de aquellos días que pasé con el alemán y el taiwanés en la susodicha ciudad. Pues por esos 10 kilómetros de más nos clavaron $153, que ya es pasarse un poco, ¿no? En fin, viendo el lado positivo, al menos te hace sentirte como uno más en este país, ¿no os parece?

El martes tuve por fin mi primer contacto con la playa. El lunes salió un día anormalmente caluroso, con cerca de 30º a las 9 de la noche (solo deciros que se me ocurrió ir a correr y hubo un momento, hacia el final, en el que me resultaba difícil hasta respirar) Total, que el martes, como la ola de calor seguía avasallando la ciudad, la gente de clase decidimos hacer una barbacoa en Bondi Beach, una de las playas más famosas y concurridas de Sydney. Fue algo totalmente improvisado, por lo que no pude meterme en el agua al no llevar toalla ni bañador conmigo, pero pasamos unas buenas horas disfrutando del sol (que aquí pega fuerte de narices) y de la brisita marina. Hay algo muy bueno que tiene esta gente en sus playas, y es que en casi todas hay una zona ajardinada con barbacoas comunes en las que solo tienes que insertar una moneda para utilizarlas. Dada la fiebre que sienten los australianos por hacer barbacoas al aire libre (el paraíso de Georgie Dann, vaya) es una gran idea que estas esten disponibles para todo el mundo, aunque dependiendo de la gente que haya, puede que te toque esperar un buen rato para tener acceso a una de ellas.

Un día de playa en Bondi Beach

Pero no nos engañemos con el clima en este país. Parecía que al fin el verano había llegado para quedarse... ¡Pues no! El miércoles amaneció con una lluvia torrencial que nos ha estado haciendo compañía (la jodida de ella) hasta ayer por la noche, viernes (estoy escribiendo esto el sábado por la mañana, y hoy el día se presume de nuevo caluroso) Con la lluvia cayendo plomiza sobre sobre nosotros, no me quedaba otra que volcarme en los puñeteros homework, encerrado en la casa (creedme que aquí cuando llueve lo hace a conciencia, sin medias tintas, y empieza tan de repente que pasas de estar sudando por el sol a llegar a casa chorreando como si te hubieras zambullido en una piscina)

Pero el miércoles tenía planes para la tarde-noche, y es que había un concierto organizado por el Instituto Cervantes al que me había comprometido a ir (¿os acordáis de la asiática con la que conversaba en inglés y español?) El concierto era de flamenco (dejo este espacio para las puyas, ya que por todos es sabido mi total desinterés por este tipo de música), y la verdad es que, sin resultar algo espectacular, al final me acabó gustando (esto lo digo con ciertas reservas, que quede claro) Esta claro que escuchar música en directo, sea esta de un tipo u otro, no tiene nada que ver con escucharla en un CD o MP3. Además, siempre es agradable el sonido de una guitarra española bien tocada, y en cuanto al cantante, aunque mis gustos musicales no van mucho en esa onda, hay que concederle que ponía auténtica pasión en las canciones, y que supo transmitirla a todos los presentes. Total, que al final la cosa no fue tan mala como había pensado, y hasta acabe disfrutando del concierto. Esta claro que no puedes opinar de algo hasta que no lo has probado (exceptuando algunas cosas que no me pondré a relatar aquí y ahora, je, je)

El jueves, con el cielo triste y gris, y la lluvia imperturbable empapando sin descanso la ciudad, tenía un curso especial para sacarme el RSA (Responsible service of alcohol), un título que necesita todo el mundo que quiera trabajar en un lugar donde sirvan bebidas alcohólicas. Como quiera que sigo buscando un currillo para sacar algo de pasta y la opción obvia es ser camarero, pues como que necesito ese título (es algo así como el carnet de manipulador de alimentos si trabajas en una cocina) Aquí las leyes contra el alcohol son bastante estrictas, y el curso (que fue en coñazo de cuidado) sirvió para que comprendiese algunas cosas que cuando sales de marcha por aquí resultan bastante extrañas para un español (como que no te sirvan chupitos después de medianoche... algo que al principio me hacía pensar que los camareros nos tomaban por Gremlins o algo parecido) Más de seis horitas pasé metido en una sala escuchando todo lo que  teníamos que saber sobre el alcohol si queríamos trabajar rodeados de tan vil sustancia producida por el maligno. Si ya de por si suena como un curso infumable, probad a hacerlo en inglés; de verdad, prefiero alguna tortura inquisitorial. Pero bueno, al final logré el título, y espero que me sirva para encontrar algo mejor que ser lavaplatos en la bodega de un barco.

Y llegó el viernes, último día de clase y preludio del finde. La lluvia seguía presente, aunque un poco más debilitada. Por la tarde había quedado con Bowen, el taiwanés, para tomar unas cervezas en Darling Harbour (uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad, con permiso de la Opera House y el Haubour Bridge) donde tenemos localizado un garito (llamado Watershep) en el que los viernes hay hora feliz para las pintas ($4 por pinta entre las 5 y las 7 de la tarde; un muy buen precio, dado que después te sale por $10 cada una) Hacía varios días que no veía a Bowen (desde la noche de la limusina) y me alegré de volver a verlo. Lo sorprendente de todo esto es que pude hablar con él en inglés sin demasiados problemas durante las dos horas que estuvimos juntos (y solos), lo que me hace pensar que al final estoy pillando algo este jodido idioma. Tampoco os vayáis a pensar que hablaba sin meter la gamba, que la metí (y mucho), pero logré mantener una conversación más o menos normal (lo mismo que cuando te vas a tomar algo con un amigo en España) y eso me dejó contento, que queréis que os diga.

Darling Harbour al anochecer

Ahora es sábado por la mañana. Me he levantado a las 8 para ponerme a hacer los malditos homework (20 fotocopias llenas de ejercicios, dos lecturas y un writing, que me llevará buena parte de esta tarde y de mañana) y, harto de tanto inglés, he decidido apartar un poco tanto rollo para escribir esta entrada. Espero que os haya resultado entretenida, a mi al menos me ha servido para olvidarme por un rato de los estudios.

Pero ya es hora de que vuelva a los homework, esta noche hay planes de fiesta con el francés y el alemán (y el español, claro), y mañana voy a tener tal hangover que va a ser un completo write off day. Miedo me da lo de esta noche, porque a Pierre (el francés, aunque con ese nombre, ¿quién iba a ser sino?) le ha debido dar un golpe de calor y hace un par de días fue al peluquero para cambiarse el look, y acabó con una cresta a lo M.A. Barracus que me da a mi que no nos van a dejar entrar en la mitad de los garitos. Ya os contaré...

P.D. ¡He votado por correo! No podía dejar pasar la oportunidad de ejercer el voto estando tan lejos de la patria, y después de acudir a la embajada para solicitar los papeles, el otro día me llegó desde Calahorra la carta certificada con todo lo necesario para votar. Lo malo es que tuve que mandar el sobre de vuelta a España y la broma me salió por $13. Bien es cierto que ponía que me iban a devolver los gastos de envío, aunque dentro de los varemos que se manejan en España, así que me quedaré contento si logro recuperar $3 ó $4. Por cierto, mi voto a ido a parar al

sábado, 12 de noviembre de 2011

Visita al museo

La verdad es que ultimamente ando fato de cosas interesantes que escribir en el blog. Será por que nos están metiendo bastante caña en la academia de cara al próximo examen y apenas tengo tiempo para hacer otra cosa que no sea estudiar (en serio, la profesora se ha vuelto loca y no hace más que mandarnos homework como si le fuera la vida en ello; sin ir más lejos este finde tengo cerca de 30 fotocopias llenas de ejercicios para hacer... menos mal que solo quedan 3 semanas para el examen)

Así que el pasado jueves, seguramente viendo la cara de desesperación que se nos esta quedando, la profesora decidió hacer algo diferente (para liberar tensiones y esas cosas) y nos llevó a todos de excursión a un museo de arte chino contemporaneo. Ya se lo que estaréis pensando algunos, que eso más parece un castigo que otra cosa... La verdad es que algunos de mis compañeros pensaban lo mismo, je, je.

Total, que el jueves nos libramos de las clases y nos fuimos de visita cultural. El museo es un pequeño edificio un poco escondido que, para mi sorpresa, se encuentra bastante cerca de donde vivo (y con ello quiero decir que puedes ir andando en una media hora a buen ritmo) Se llama "White Rabbit Gallery", y la verdad es que es bastante diferente a lo que pudieras esperar cuando vas a ver arte chino (aunque siendo realistas, ¿Qué te puedes esperar cuando vas a ver arte chino? ¿Alguien se lo ha planteado siquiera alguna vez?)

El edificio del museo


El caso es que lo que vimos en el interior fue algo, cuando menos inesperado. Si me hablan de arte chino lo primero que me viene a la mente son los jarrones (no me digáis que no ha sido la primera imagen que habéis tenido) y, si me apuras, los cuadros cutres que se pueden disfrutar en todos los restaurantes chinos, solo equiparables a algunos "recuerdos" clásicos españoles, como la bailarina de flamenco que alguna de nuestras abuelas tenía puesta sobre el televisor. Si no has visto ninguna es que no te has criado en los 80...

Poco os puedo contar respecto al arte, pues suele ser un tema muy subjetivo, y bastante peliagudo cuando se trata de arte moderno, así que os voy a dejar algunas fotografías de lo que vi para que juzguéis por vosotros mismos...

Acojonaba un poco caminar entre estas estatuas de tamaño humano...


Este cuadro de 8x2 metros impresiona más en vivo


Curioso fotomontaje

¿A qué huelen las nubes?


La joya de la corona, abierto a cualquier interpretación...

Y así pasó mi jueves, en cualquier caso algo diferente e interesante, y menos mal que había una guía que nos iba explicando (con verdadera pasión) lo que significaba cada obra, que si no me quedo como estaba al entrar, je, je.

Si alguien tiene curiosidad, le dejo el link de la galería:

http://www.whiterabbitcollection.org/



viernes, 4 de noviembre de 2011

La noche en que me monté en una limusina

He estado esperando casi tres semanas para poder escribir esta entrada, pero necesitaba las fotos y hasta ayer no las pude conseguir. Por fin las tengo en mi poder, así que vamos allá...

El título de la entrada no deja lugar a especulaciones. Así es, me he montado en una limusina. Fue hace tres fines de semana, teníamos la celebración del cumpleaños de Michael, el alemán al que ya he mencionado alguna vez. Como quiera que el muchacho es un flipao de la vida y cumplía 21 años (la edad legal en la que ya te puedes considerar adulto en Australia), nos estuvo diciendo toda la semana antes del cumple que nos tenía una sorpresa reservada, pero que no nos podía decir nada (como comprenderéis yo me puse a temblar, porque con lo gafe que está resultando este alemán podía esperarme cualquier desgracia) Lo único que nos pidió a todos es que nos arregláramos lo mejor que pudiésemos (¿ya he mencionado que es un flipao?)

Total, que llegó el sábado de la fiesta. Teníamos reservada cena en un restaurante italiano un tanto alejado (por decirlo suavemente, porque después de los dos buses que tuvimos que tomar para llegar, lo mismo podríamos haber hecho la cena en La Toscana) Una nota interesante (o al menos chocante) con respecto a algunos restaurantes en Australia: Puedes llevar tu propia bebida, no es necesario que la pidas allí. Así que claro, Michael se presentó con dos bolsas repletas de botellas y, como buen alemán, un barril de cerveza de los de Heineken.

La cena bien; unas pizzas, unas risas y demasiado alcohol. Luego llegó el momento de la anunciada sorpresa, Michael se puso de pie, se colocó las gafas de sol (flipao) y nos comunicó lo que venía a continuación... Y debo decir que aquí controló los tiempos como solo los alemanes (con permiso de los suizos) saben hacerlo, porque justo nos dijo que miráramos fuera y a través de las ventanas pudimos ver como se aproximaba una enorme limusina color rosa en la que íbamos a pasar la siguiente hora dando vueltas por la ciudad.

Qué queréis que os diga, fue una pedazo de sorpresa, la verdad. Salimos emocionados hacia el cochazo (debéis recordar que a esas alturas ya nos habíamos bebido unas cuantas botellas de las bolsas) y nos metimos dentro después de que la gente se dejara los dedos apretando los disparadores de sus cámaras.

No os voy a contar como era la limusina que para eso están las fotos, pero el viaje por la ciudad estuvo bien, nos lo pasamos genial en esa hora. La verdad que montarte en un monstruo de esos por primera vez es toda una experiencia, y luego está cuando te bajas en la parte más concurrida de la zona de marcha y todo el mundo se te queda mirando. Si eso no es fardar ya me contaréis qué es...

Por cierto, la broma le costó al alemán $500. Como esperen que haga lo mismo para mi cumple van finos, como mucho voy a buscarlos en una vespa...

Os dejo alguna de las fotos. Recomiendo verlas escuchando la música del enlace (os traerá recuerdos a los que hayáis visto Resacón en Las Vegas):

El enlace:
http://tu.tv/videos/florida-right-round-official-video-cl

Y las fotos:

La limusina vista de frente (describo lo obvio) 

La verdad es que era enorme

El flipao del alemán y "sus novias"

Como podéis observar Michael estaba en su salsa

El interior parecía una discoteca

Las ventanas abiertas y gritando al exterior
(que se supiera que estábamos dentro)

Degustando un extraño brebaje

No es lo que perece, seguimos dentro de la limusina...

¿Ya os había mencionado lo de las gafas de sol?

Una hora sin dejar de brindar

El viaje se acaba, y se nota que hemos estado una hora dentro...

Bowen (con quién fui a Melbourne) y yo

Foto de grupo. Las japonesas aparecieron
después de la limusina

A la derecha está Pierre, el francés con el que salgo habitualmente.
Los dos figuras que están a su lado no tengo la menor idea de dónde salieron...